En el vasto tapiz de la existencia humana, la manera en que percibimos el pasado y aprendemos de él conforma un enigma fascinante. Nos encontramos atrapados en una paradoja en la que el pasado, aunque esencialmente intangible, sigue influyendo en nuestra conciencia y, por ende, en nuestro comportamiento y evolución. Esta relación cíclica entre la conciencia y el aprendizaje plantea una interrogante profunda sobre la naturaleza de nuestra realidad y cómo la interpretamos.
La idea de que “nada de lo que ya pasó realmente existe sino en la conciencia del hombre” invita a una reflexión sobre cómo construimos la historia y cómo esta, a su vez, nos construye. La historia no es solo un registro de eventos pasados, sino una narrativa moldeada por memorias colectivas e individuales. Estas memorias no solo documentan hechos; también interpretan y otorgan significado a esos hechos, influyendo en cómo evolucionamos como sociedad.
A este complejo entramado se añade una capa adicional y preocupante: el papel de las mentiras en la construcción de nuestras realidades. Las mentiras, repetidas suficientes veces, pueden crear verdades alternativas que, aunque mezquinas, son percibidas como reales por quienes las emiten y, eventualmente, por quienes las reciben. Esta distorsión de la realidad puede tener consecuencias profundas, no solo en el ámbito personal, sino también en el social y legal.
Es crucial reconocer cómo estas “realidades alternativas” generadas por mentiras continuas pueden sustentar sistemas de creencias enteros. Para mantener una mentira, a menudo se debe recurrir a más mentiras, creando una espiral que puede atrapar tanto al mentiroso como al engañado. Este fenómeno se extiende hasta tener implicaciones legales serias, especialmente cuando se utilizan falsedades para fundamentar acusaciones o denuncias. Aunque tales fabricaciones pueden ser evidentes para algunos, el sistema legal no siempre las aborda de manera efectiva, dejando espacio para que injusticias flagrantes se perpetúen.
La capacidad de reconciliar estos ciclos, entendiendo que cada aprendizaje refina nuestra conciencia y cada evolución de nuestra conciencia redefine lo que aprendemos, es crucial para avanzar como individuos y como sociedad. Sin embargo, enfrentamos el desafío adicional de discernir entre hechos y fabricaciones, una tarea complicada en un mundo donde la información puede ser tanto omnipresente como engañosamente manipulada.
La paradoja de la conciencia y el aprendizaje, y cómo las mentiras pueden configurar realidades alternativas, encuentra un claro ejemplo en la situación actual de Ciudad Juárez respecto a la perspectiva de género. En esta localidad, se ha reportado un preocupante fenómeno en el que la legislación y medidas de protección diseñadas para salvaguardar a las mujeres están siendo mal utilizadas por profesionales sin ética para propósitos nefastos.
Abogados locales han expresado su preocupación, indicando que el sistema de justicia ha sido “rebasado” y que ahora se está victimizando a hombres inocentes. La denuncia no se centra en un conflicto de género tradicional, sino en la manipulación de la ley por parte de algunos abogados sin escrúpulos que buscan aprovecharse de los casos de divorcio. Según estos profesionales, se está haciendo un uso indebido de acusaciones graves como violación o abuso sexual como tácticas dentro de estrategias legales más amplias.
Esta situación sugiere la existencia de una especie de mafia legal que opera dentro de los tribunales, manipulando juicios de divorcio para beneficiar a sus clientas a toda costa, incluso a través de la falsificación de declaraciones y el abuso de los mecanismos de protección destinados a las mujeres. Esto ha llevado a que más de la mitad de los juicios de divorcio en Ciudad Juárez, especialmente aquellos que involucran la custodia de hijos y el reparto de bienes, estén marcados por declaraciones alteradas y acusaciones exageradas o completamente falsas.
Estos casos comienzan muchas veces con disputas por la custodia y rápidamente se escalan a acusaciones de violencia familiar, abuso sexual y violación. Lo que se destaca aquí es cómo la mentira, repetida y sostenida dentro de un marco legal, puede no solo distorsionar la verdad, sino también perjudicar gravemente a individuos inocentes, erosionando la confianza en las instituciones, paradójicamente diseñadas para proteger y servir a la justicia.
Aquí radica la importancia de mantener un enfoque crítico y vigilante sobre las narrativas que se aceptan y promueven dentro de la sociedad. Este fenómeno demuestra cómo las mentiras, cuando son institucionalizadas, pueden crear una realidad alternativa que tiene el poder de destruir vidas y socavar los logros legales y sociales destinados a proteger a los más vulnerables.
Es un recordatorio sombrío de que, en la búsqueda de la justicia, la integridad y la precisión en el manejo de la información son fundamentales, no solo para evitar injusticias, sino para preservar el tejido mismo de nuestra colectividad.
En contraste con esta problemática, hay señales esperanzadoras provenientes de algunos juzgadores en el estado que han comenzado a distinguir entre las falsas acusaciones y la verdad en los casos presentados ante ellos. Estos jueces están descartando las falsedades y, en algunos casos, condenando a los responsables bajo el delito de falsear información a una autoridad, una ofensa que puede acarrear pena de cárcel. Aunque son realmente pocos los casos registrados hasta la fecha, esta tendencia es un desarrollo positivo y alentador para aquellas personas que han sido víctimas de denuncias falsas.
Sin embargo, un desafío persistente es la falta de consecuencias para los abogados que participan en estas malas prácticas. A pesar de los avances en la identificación y penalización de las falsedades, los abogados que manipulan el sistema y fabrican acusaciones siempre quedan en la impunidad. Este vacío en la rendición de cuentas subraya la necesidad de reformas más profundas dentro del sistema legal para asegurar que no solo las partes en un caso, sino también los profesionales legales involucrados, sean juzgados y sancionados adecuadamente.
La vigilancia continua y las reformas orientadas a fortalecer la integridad del sistema judicial son cruciales para restaurar la confianza pública y garantizar que la justicia sea justa y equitativa para todos los involucrados.
Así, esta reflexión no solo es un desafío intelectual; es también un llamado a la introspección y a la evolución personal y colectiva. A través de este entendimiento, podemos aspirar a un mayor control sobre nuestra historia personal y colectiva, no solo siendo partícipes del juego, sino quizás, en algún momento, sus creadores conscientes.
En este esfuerzo, es vital ser críticos con la información que recibimos y las historias que nos contamos, reconociendo el poder que tienen las mentiras para moldear no solo percepciones individuales, sino el tejido mismo de nuestra sociedad.
David Gamboa
Mercadólogo por la UVM. Profesional del Marketing Digital y apasionado de las letras. Galardonado con la prestigiosa Columna de Plata de la APCJ por Columna en 2023. Es Editor General de ADN A Diario Network.