La reciente publicación de un estudio en la prestigiosa revista científica Science, realizado por el investigador Rafael Prieto Curiel, ha arrojado luces sobre una realidad que, a pesar de ser conocida por muchos en México, no dejó de asombrar cuando se plasmó en cifras: 175 mil personas trabajan en el narcotráfico. Es una cifra alarmante que supera al número de empleados de empresas icónicas como Pemex y Oxxo.
Ahora bien, independientemente de las disputas sobre la exactitud de las cifras —y la posterior refutación del presidente Andrés Manuel López Obrador— lo que está claro es que el narcotráfico ha permeado diversas esferas de la vida cotidiana y económica en México. Se ha convertido, para desgracia de muchos, en una fuente de empleo que, más allá de la violencia que lo caracteriza, también se ha infiltrado en sectores más “cotidianos” como restaurantes, taxis, medios de comunicación y hasta en la música.
El debate sobre el papel que juega el narcotráfico en la economía mexicana es complejo y multifacético. Por un lado, hay quienes argumentan que su presencia genera empleo y dinamiza la economía, particularmente en zonas donde las oportunidades laborales son escasas. Sin embargo, esto viene a un alto precio. Según el estudio, en una década, el 17% de las personas reclutadas por el crimen organizado mueren. Es un dato estremecedor que nos habla de una generación de jóvenes que, en lugar de ser el motor del desarrollo del país, se encuentran atrapados en una espiral de violencia y precariedad.
Es pertinente preguntarse: ¿cómo es posible que el narcotráfico tenga tal grado de penetración en la economía y la sociedad mexicanas? Una de las respuestas podría estar en la opacidad financiera. El hecho de que bancos e instituciones no detecten la procedencia ilícita de los recursos indica que existe un fallo en los sistemas de supervisión y control.
El presidente López Obrador ha insistido en que la solución no es la guerra al narcotráfico, sino brindar oportunidades a los jóvenes para evitar que caigan en sus redes. Es una visión que merece reflexión. Combatir el narcotráfico no es solo una cuestión de seguridad, sino también de desarrollo económico, educación y oportunidades.
El estudio en Science nos recuerda que, más allá de los titulares y las cifras, hay historias humanas, familias y comunidades enteras afectadas. La pregunta ahora es cómo, como sociedad, enfrentaremos este desafío y cuáles serán las políticas y estrategias que adoptaremos para revertir esta situación.
Lo que está claro es que el camino no será fácil. Pero con voluntad política, inversión en educación y desarrollo, y el compromiso de todos los actores involucrados, es posible construir un México donde la esperanza y el bienestar prevalezcan sobre la desolación.