Si bien los mexicanos vamos para casi dos décadas padeciendo de niveles de violencia no antes vistos desde la instauración de la normalidad institucional tras el proceso revolucionario, es cada vez más preocupante la facilidad con la que el uso de la violencia criminal es utilizada para distintos fines.
Los hechos violentos campean en mayor o menor medida a lo largo y ancho del país, por más que las voces oficiales de cualquier orden o signo político intenten matizar el problema, la población sigue y seguirá demandando en primer lugar la seguridad para sus familias y patrimonio.
La violencia es multifactorial, obedece a distintas motivaciones y existe en distintas formas. La violencia que comienza en la niñez y tiene lugar en las familias da origen a un ciclo pernicioso de sufrimiento y destrucción gradual que permea al grueso de la sociedad.
Desde allí debemos frenar la espiral de la violencia, desde la protección efectiva a las mujeres y niños. Comencemos por la revalorización del concepto de familia y por garantizar el desarrollo sano de los niños, en entornos pacíficos.
El daño de la violencia es replicable, así que una buena manera de limitar su multiplicación es prevenirla, detectarla y evitar su repetición. En esto todos tenemos responsabilidad, todos sin excepción.
Ya sea en condición de padre, madre, hermano, hijo, profesor, profesionista, trabajador, vecino, empresario, burócrata, legislador, religioso, activista, chofer, obrero, juez, periodista etc.; todos debemos y podemos frenar la violencia.
Lamentablemente pocos salen de su aislamiento o de su zona de confort y piensan que con no pelear o no delinquir cumplen ya con bastante. Y efectivamente, no involucrarse en conflictos y tener un modo honesto de vida es condición para gozar de relativa Paz, lamentablemente la gravedad del problema hace que esto no sea suficiente.
La descomposición social que experimenta el país nos lleva a pensar que la solución no vendrá del Estado por sí solo. Será necesaria la participación y la exigencia de todos para que el Estado haga valer la Ley.
El Estado de Derecho debe imponerse o la nación de la que nos consideramos parte, tarde o temprano dejará de tener viabilidad. La violencia ya ha permeado más allá de los límites tolerables, por ejemplo, en el proceso electoral en curso.
Nadie resiste al poder del Estado. Como ciudadanos debemos forzar al Estado para que retome su papel de monopolizador de la violencia, para que pueda utilizar o le dotemos de instrumentos que hagan que el imperio de la Ley se perciba como garante de la convivencia entre los mexicanos.
No hay de otra, los mexicanos debemos recuperar la Paz por nosotros mismos, desde las familias y desde la participación ciudadana. Nadie nos regalará la tranquilidad perdida.
“Temblar ante los hombres es un lazo; el que confía en Yahveh está seguro.”
(Proverbios 29-25)
Moisés Hernández Félix
Lic. en Administración Pública y Ciencia Política, candidato a Maestro en Administración en curso. Ha sido funcionario público federal y docente en nivel media básica y medio superior. Se especializa en gobernanza educativa y políticas públicas.
Las opiniones expresadas por los columnistas en la sección Plumas, así como los comentarios de los lectores, son responsabilidad de quien los expresa y no reflejan, necesariamente, la opinión de esta casa editorial.