“Aquellos que no pueden recordar el pasado, están condenados a repetirlo”
Jorge Santayana, filósofo español
En 1863, un 3 de octubre para mayor precisión, llegaba hasta el lujoso castillo de Miramar, en Trieste, hoy Italia, en aquel entonces una provincia austriaca, la delegación mexicana encabezada por José María Gutiérrez de Estrada, con una finalidad muy específica y poco honorable: ofrecer el trono del Imperio Mexicano al archiduque Maximiliano de Habsburgo.
El archiduque, con un poco más de entereza moral que sus visitantes, y quien ya estaba al tanto del ofrecimiento que este grupo de “patriotas” mexicanos iba a hacerle, condicionó su aceptación a un plebiscito. Quería el futuro monarca que no fuera un pequeño grupo de notables quienes solicitaran su futuro mandato, no, el archiduque deseaba que “todo el pueblo de México” se expresara a favor del Imperio, y que entonces sí, el gustoso asumiría la corona.
No estaba tan fuera de lugar la petición del malogrado emperador, pues la realidad era que, efectivamente, los únicos verdaderamente interesados en que un príncipe extranjero gobernara México, era un reducido grupo de mexicanos reunidos en una autodenominada Junta Superior de Gobierno o Asamblea de Notables (35 para ser exactos).
Estos notables no eran otros que los miembros de mayor renombre …del Partido Conservador, desde luego.
Y es que a veces parece que, para quienes tienen como filosofía el conservadurismo, el tiempo y las circunstancias no pasan ni cambian. Primero que nada, hoy en día, siguen considerándose como un grupo de “notables”, un grupo de mexican@s que esta por encima de l@s demás. Confunden sus intereses muy personales, especialmente los económicos y los religiosos, con los intereses de la Nación, tal y como fue en tiempos del presidente Juárez.
Como tod@s, sabemos, aquella historia terminó mal para el pobre de don Maxi, que se creyó los cuentos de aquel grupo de iluminados. La verdad es que la mayoría del@s mexican@s se oponían a que un príncipe extranjero viniera a gobernarnos, y a final de cuentas, el conservadurismo seria derrotado de manera contundente.
Por lo menos en aquel año de 1867, porque, como también tod@s sabemos, los poderes económicos y religiosos que manejan, son muy fuertes, y están en constante acecho para aprovechar cualquier oportunidad para volver por sus fueros.
Y así seria durante el porfiriato, en que poco a poco, irían recuperando su poder a la sombra del dictador, hasta que, en 1910, de nueva cuenta el pueblo de México volvería a levantarse en armas para combatir a los entonces neoconservadores.
Lo paradójico del caso estuvo en que el alzamiento fue convocado por un miembro de esa misma casta privilegiada, don Francisco I. Madero, quien, por su propia condición de miembro de la alta burguesía, no pretendía un cambio radical, sino un cambio gradual. Pero todo se salió de control, y a la postre terminó liderando una Revolución.
Entonces vino a presentarse, la otra característica infaltable en el pensamiento y accionar del conservador moderno: solicitar y/o aceptar la intervención de los Estados Unidos.
Los conservadores porfiristas Bernardo Reyes y Feliz Diaz (sobrino del dictador) se sublevaron contra el gobierno legítimo de Madero el 9 de febrero de 1913, y contando con el apoyo del traidor Victoriano Huerta, simularon una batalla que duraría diez días, periodo conocido como la Decena Trágica.
Al final de esos diez días, las fuerzas conservadoras ya se habían puesto de acuerdo para recuperar el poder, por lo que, reunidos los golpistas en la Embajada de, of course, los Estados Unidos, firmaron lo que se conoce como el Pacto de la Embajada, bajo el cual, Huerta se alzó con el gobierno de México y Madero fue asesinado.
Todo lo anterior ocurrió bajo el auspicio y con la intervención directa del embajador norteamericano Henry Lane Wilson. Los conservadores habían recuperado el poder, aunque les duró poco. La Revolución popular, con Zapata y Villa como figuras predominantes, terminarían expulsando, poco mas de un año después al chacal Huerta.
Pero, como ya mencionamos, el conservadurismo no desaparece, simplemente se vuelve a agazapar, para regresar por sus fueros, y así lo haría durante el periodo post revolucionario, hasta llegar al punto culminante en el periodo neoliberal iniciado formalmente por Miguel de la Madrid, y consolidado por Salinas de Gortari.
De nueva cuenta habrían de ser derrotados, esta vez pacíficamente en la elección del 2018, con un contundente e inobjetable triunfo de Andrés Manuel López Obrador.
¿Y que hacen ahora los conservadores para recuperar el poder? ¿Analizan las causas de su derrota, y trabajan para convencer al electorado mexicano de sus buenas intenciones? No, claro que no, porque para ese pequeño grupo de mexican@s, sus intereses representan a la Nación, y si sus intereses son afectados, entonces en su mente, los intereses de la Nación también están afectados.
Pero no es así, ellos son una minoría, poderosa, eso no hay que perderlo de vista, pero minoría al fin, y mientras el pueblo de México así lo decida, no regresaran al poder.
¿A que fue la señora X a Washington? Pues a lo mismo que fue el señor Estrada a Miramar, a fin de cuentas, ella y la camarilla que la apoya, están en la misma sintonía que Henry Lane Wilson, Feliz Diaz y Victoriano Huerta, porque, aunque el tiempo pase, representan los mismos intereses.
No dejemos que se repita la historia.
Es cuánto.
José Antonio Blanco
Ingeniero Electromecánico. Juarense egresado del ITCJ con estudios de maestría en Ingeniería Administrativa por la misma institución y diplomado en Desarrollo Organizacional por el ITESM. Labora desde 1988 en la industria maquiladora. Militó en el PRD de 1989 al 2001.
En la actualidad, un ciudadano comprometido con las causas progresistas de nuestro tiempo, sin militancia activa.
Las opiniones expresadas por los columnistas en la sección Plumas, así como los comentarios de los lectores, son responsabilidad de quien los expresa y no reflejan, necesariamente, la opinión de esta casa editorial.