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    septiembre 13, 2024 | 8:54

    La sociedad del abandono

    Publicado el

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    Hay palabras que, más que un eco, generan desconsuelo… palabras que existen para explicar lo inexpiable, que dejan un vacío hondo, oscuro, paralizador; palabras que duelen decir, aceptar y resignificar.

    La muerte es un estado definido, un destino inevitable al que todo lo que posee vida transitará. Nadie ni nada se escapará de ella; viven y mueren las personas, al igual que las ideas, las empresas, los talentos. Esta noción aterradora nos da también cierta certeza.

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    Hace algún tiempo, leí en la portada de un estudio: “La sociedad del abandono”. El nombre me pareció estremecedor, y a mi mente llegaron todas las formas en las que lo vemos a diario, haciéndonos parte de él.

    La sociedad del abandono se observa cuando ves un parque destruido o las calles sucias; se siente cuando te paras en la fila de alguna oficina de gobierno para realizar un trámite, rezando por caridad u orientación, para que no te dejen ahí esperando. Abandonado.

    Se abandonan a los hijos, los padres, los amigos. Se renuncia a las personas. Se claudica en los sueños en nombre de una tranquilidad que se convierte en el “confort” que no altera nuestro statu quo.

    Un cúmulo de seres que vamos dejándonos solos y heridos porque hoy la premisa es: primero yo, luego yo, y después yo. Una visión centralista de la vida que se ha convertido en un credo de egolatría para justificar nuestra falta de compromiso humano con los seres que nos rodean.

    Si, como decía Octavio Paz, “la realidad de lo mirado da realidad a la mirada”, me acuso de ser alarmista cada vez que percibo la insensibilidad y la apatía frente al hecho de “dejar”.

    En psicología, la herida del abandono está identificada, pero es complicada de definir, ya que se trata de un estado emocional subjetivo en el que una persona se siente poco deseada o valorada. Se habla de abandono cuando alguien se va, y su partida implica una renuncia o un incumplimiento de ciertas obligaciones, o de un compromiso que se había tomado como verdadero y que se falla regularmente sin explicaciones.

    Las huellas más dolorosas del abandono son aquellas que rompen los lazos que, por naturaleza y libertad, nos unen, como los vínculos familiares o afectivos. Renunciar a la paternidad, la maternidad, o al cuidado de los padres o hermanos va creando secuelas en la valía personal que se traducen en más afectaciones psicoemocionales, impactando todas las demás relaciones entre las personas.

    Pero no solo se abandona a los hijos en las familias; el abandono social es una actitud desinteresada en los asuntos que no nos afectan directamente, pero que al final de cuentas, de alguna forma, siempre nos tocan.

    Los gobiernos también hacen lo suyo cuando incumplen, cuando se alejan de sus propuestas y de sus gobernados, cuando en el río revuelto siempre ganan los mismos pescadores, que generalmente no son los necesitados. Algunos gobiernos abren la herida del abandono social, que dejará la desconfianza, la inseguridad y el rechazo, permaneciendo viva si no se sana y latente en la siguiente elección.

    ¿Hemos sido abandonados? ¿Hemos abandonado a alguien? ¿Incumplimos nuestra palabra? ¿Dejamos solo a alguien a quien teníamos la posibilidad de ayudar? ¿No respondemos a nuestras funciones privadas o públicas?

    Somos parte de la sociedad del abandono.

    Reconocernos es la primera parte de sanar. Estar conscientes de que cada acción que involucre un compromiso personal, legal o profesional con otra u otras personas establecerá un contrato psicoemocional que se debe cumplir con asertividad y respeto. Si bien no conlleva una obligación coercitiva para su cumplimiento, sí precisa formular el mejor escenario para evitar que alguna de las partes se sienta abandonada. Cuidar que el otro no se sienta abandonado es, además de una responsabilidad afectiva, una cualidad humana que nos enaltece.

    ¿Sensible? Sí, así son las cosas más importantes de la vida, así se cuida lo más valioso que tenemos: nuestro propio valor personal y el de aquellos a quienes amamos.

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    Rocío Saenz

    Lic. En Comercio Exterior. Lic. En Educación con especialidad en Historia. Docente Educación Básica Media y Media Superior, Fundadora de Renace Mujer A.C. Directora de Renace Mujer Lencería, Consultora socio política de Mujeres.

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