La constitución mexicana de 1917 fue el primer documento que incluyó los derechos sociales que regirían el estado-nación revolucionario naciente. Más allá de romanticismo histórico, la constitución mexicana marcó la pauta en la configuración de nuevas reglas del juego, donde no sólo los ganadores de siempre podían tener acceso a las ventajas del cambio social, político y económico. Y no solo para los mexicanos sino para otros pueblos que vieron una influencia positiva en estos preceptos. Hoy la constitución cumple años: 101; un articulado que ha cambiado, de una suerte de infante dulce, tierno y esperanzador en, no se si en un adolescente, joven o adulto, pero definitivamente ya no hay tanta ternura, dulzura y mucho menos esperanza. Al menos en la visión de muchas y muchos habitantes del país.
Los textos constitucionales representan el ideal de Estado a desarrollar, son un conjunto de preceptos que pretenden propiciar ciertas acciones sociales, políticas e incluso económicas; son las normas que dan sentido y significado a ser miembro de una comunidad política, en nuestro caso a ser mexicano o mexicana. Pero todo ideal, aún y cuando la ley es aplicable a todas y todos en la nación, se desenvuelve en múltiples realidades, en algunas de esas realidades los ideales parecen ser fortalezas que realmente engrandecen la nación y en particular a la sociedad; sin embargo, en otras realidades los ideales de la constitución representan letra muerta esos ideales parecen diluirse, lo que conlleva que la ley se aplica de forma diferenciada; quebrantando el ideal de igualdad.
Dentro de las ciencias sociales, existe una teoría llamada neoinstitucionalismo, en esta, sobresale la idea de que el contexto influye colectivamente sobre los actores, buena parte de este contexto son las normas y las reglas. Hay reglas formales e informales. En este caso la constitución y las leyes secundarias con sus reglamentos son las reglas formales. Podemos afirmar que el México formal/ideal es el de la constitución y sus reglamentos. Sin embargo, en la vida social y política los actores individuales deciden racionalmente o no, llevar a cabo dichos preceptos; sus acciones muchas de las veces se alejan de lo formal, dando pauta a comportamientos informales, propiciando lógicas y sentidos propios y que se comparten colectivamente. Es decir, se constituyen reglas informales. Podemos decir que este es el México real.
Las tradiciones, las costumbres y los usos (reglas informales, chocan con las reglas y preceptos plasmados en la Constitución es decir con las normas y reglas jurídicas. Lo anterior no significa que las costumbres y tradiciones no puedan estar en mayor armonía con los preceptos jurídicos; en este sentido, y de cara a la teoría que mencioné arriba; no sólo el contexto influye colectivamente en los actores, sino que también los actores influyen en la modificación, diseño y ejecución de otros contextos. Las reglas importan, pero también es relevante la forma en que se cumplen; y este cumplimiento no es por voluntarismo, sino más bien que parte de la idea de consolidación de la paz, es decir de contar con las mayores posibilidades de vivir cohesionadamente entre diferentes.
En este sentido la Constitución de 1917 con sus más de 154 artículos modificados desde los primeros efectuados por Álvaro Obregón (1920-1924) hasta el actual sexenio, continúa siendo el conjunto de preceptos que delinean el Estado mexicano, pero que aun requiere un debate, reflexión y proyección de un Estado-Nación más acorde a los tiempos que nos han tocado vivir. Un pensar de nación que conlleve necesariamente la participación más amplia posible. El futuro no existe y por ello es una oportunidad infinita para delinearlos, para proyectarlos.
Jesús Alberto Rodríguez Alonso
Doctor en Ciencia Política y de la Administración por la Universidad Autónoma de Barcelona. Actualmente Profesor-investigador de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez; Presidente de la Asociación Mexicana de Ciencias Políticas.
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