“Podría disparar a gente en la Quinta Avenida
y no perdería votos”
Donal Trump,
presidente electo de los
Estados Unidos de Norteamérica.
A mediados del mes de diciembre pasado, la cadena norteamericana de televisión y noticias, ABC News, anuncio que se llegó a un acuerdo legal con los abogados de Donald Trump, para evitar el litigio de la demanda por difamación que el hombre naranja, futuro presidente de los Estados Unidos, había interpuesto en contra de la cadena de entretenimiento.
Según se informó, la televisora habría de pagar hasta 16 millones de dólares debido a que uno de sus locutores estrella de nombre George Stephanopoulos, declaró hasta diez veces, en una emisión al aire del mes de marzo del año pasado que el señor Trump había sido encontrado culpable de violación en el caso de la señora E. Jean Caroll.
Lo cierto es que el juez de Nueva York que vio sobre ese caso, en realidad concluyó que Trump había realizado lo que en ingles está definido como “sexually abused” de la señora Caroll, que es un termino mas vago con respecto al “rape” que si es especifico de una violación sexual. No conozco el termino legal exacto en español, pero podría ser algo así como “acosador sexual”, es decir, no se comprobó que hubiera llegado a consumarse la violación, pero si el acto de acoso.
Cabe mencionar que en la demanda original interpuesta por los abogados de Trump se había exigido una compensación por daño moral del orden de los diez mil millones de dólares; si, así como se oye, por lo que llegar a un acuerdo de solo 16, pues como que no suena tan mal para el consorcio noticioso, especialmente cuando Trump esta a punto de ser presidente de los Estados Unidos por segunda ocasión.
Por lo tanto, no se puede decir, o no se debe decir -si se quiere evitar una demanda por difamación- que el próximo presidente de los Estados unidos de Norteamérica es un violador convicto, solamente podemos decir que es un acosador sexual convicto.
Sin embargo, o que ahora si podemos decir, sin peligro de litigios, es que los vecinos del note, por primera vez en su historia tendrán como presidente a un criminal convicto, dado que así fue sentenciado la semana pasada por el juez de Nueva York, Juan Merchan.
En condiciones normales, un ciudadano promedio hubiera recibido, por similares delitos, hasta cuatro años de prisión, y una multa de varios miles de dólares por cada uno de los 34 cargos por los que el señor Trump fue encontrado culpable.
¿En lugar de ello que recibió el señor Trump? Libertad incondicional. Cero penas corporales, cero multas monetarias, vaya, ni siquiera servicio social. Nada.
Haya muy al principio de su carrera política, el futuro criminal en jefe, con todo el cinismo que le es característico declar que el podría dispararle a una persona en medio de la Quinta avenida, y nada le pasaría a él. Su popularidad seguiría intacta, y no tendría que enfrentar ninguna consecuencia. Pues bien, casi tiene razón.
Y el “casi” lo conforma el hecho de que no fue declarado inocente, como el quería, es más, como el exigía. El juez Merchan, en un raro caso de dignidad judicial, no le concedió su capricho. Y hacemos esta distinción de “raro”, porque en estos días, son más las figuras políticas -incluyendo las judiciales- que se doblegan vergonzosamente ante el poder del neosoberano, que las que lo enfrentan.
El caso mas abyecto de este fenómeno lo dio la suprema corte de dicha nación, al declarar que el presidente tiene inmunidad total ante cualquier acto realizado bajo la investidura. Es decir, el presidente de los Estados Unidos está al nivel de rey. ¡Que hubiera dado Richard Nixon por haber tenido esa jurisprudencia a su favor!
Pudiéramos decir ¿y a nosotros que? Allá los gringos con su criminal convicto, lo malo es que, nos guste o no nos guste, Estados Unidos es, si no la nación mas poderosa del mundo, una de las mas poderosas, y lo que es peor aún, son nuestros vecinos, por lo que lo que lo que haga o deje de hacer el mentiroso patológico puede tener repercusiones directas a nuestra calidad de vida.
En las conclusiones con las que cerró el juicio el mencionado Juez Merchan, este hizo hincapié en que el acusado, el hombre naranja, cayo en desacato 10 veces, y que presentó un desdén manifiesto y repetido por las leyes que rigen las relaciones políticas y sociales que aquel país, por lo que, según el juez, “no le quedo mas remedio” que sentenciarlo como culpable de todos y cada uno de los cargos presentados en su contra.
“Esta corte ha determinado que la única sentencia legal que permite el dictado, un veredicto de culpabilidad, sin invalidar el cargo mas alto de la nación, es uno de libertad incondicional…” Y concluyó con “señor, le deseo buena suerte al asumir su segundo término en la presidencia”.
¿Qué le espera al mundo cuando el líder de los Estados Unidos es una persona que presenta un manifiesto desdén por leyes y reglamentos, y quien, además, se sabe impune en sus actos? No se puede saber, esta persona es tan impredecible que solo queda ir resolviendo cada día según las ocurrencias que tenga en ese momento.
Como decía mi abuela, quizás lo único que nos queda es castigarlo con el látigo de muestro desprecio, que es mas o menos lo único que pudo hacerle el sistema judicial norteamericano.
Es cuánto.
José Antonio Blanco
Ingeniero Electromecánico. Juarense egresado del ITCJ con estudios de maestría en Ingeniería Administrativa por la misma institución y diplomado en Desarrollo Organizacional por el ITESM. Labora desde 1988 en la industria maquiladora. Militó en el PRD de 1989 al 2001.
En la actualidad, un ciudadano comprometido con las causas progresistas de nuestro tiempo, sin militancia activa.
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