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    noviembre 21, 2024 | 7:21

    Los Judas de hoy

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    Martha lloraba desconsolada del otro lado del teléfono con un hito de dolor en la garganta por una traición amorosa, – Lo vieron, lo vieron mis hijas con la otra mujer paseando- y se le atoraba el aire como cuando abres una herida en la piel que duele, como duele una muela infectada o como dolieron la entrañas durante el parto. Y es que la “traición duele, duele lo mismo”.

    Me atrevería a decir que a todos nos ha pegado esa cosa de la traición alguna vez en nuestra vida. Cuando el mejor amigo nos dejó de hablar, cuando el empleado se fua a otra empresa, cuando nuestro equipo nos abandonó al perder una posición privilegiada.

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    Martha expresaba su dolor hablando y llorando, aunque también existen los que ante una ingratitud nunca lloran, pero jamás más vuelven a confiar.

    A la mayoría de nosotros estos momentos nos dejan secuelas que se adhieren a nuestros pensamientos y emociones, modificando algunas estructurales mentales y la forma de relacionarnos consecuentemente con las personas.

    La traición es la acción que lleva a quebrantar la confianza en algo o alguien y uno de los episodios mas relevantes sobre la traición se lo achacamos a Judas Iscariote, aquel discípulo de Jesús que lo entregó cambio de dinero.  Este acto de deslealtad y maldad por parte del apóstol se nos ha enseñado siempre como ejemplo de lo que un buen cristiano no debería ser ni hacer.

    Según las enseñanzas bíblicas Judas fue el culpable de la crucifixión de Cristo, a pesar de que él mismo ya la había anunciado, Judas preguntó a Jesús en esa última cena si sería él quien lo entregaría y Jesús le contestó “Tu lo has dicho”,  es decir la traición estaba cantada y nadie dijo nada, terminándose el vino Judas cumplió su cometido.

    En la historia el personaje central no es Judas si no Cristo, entonces no importan las razones de Judas al realizar tal fechoría, no sabemos si fue presionado por las autoridades, si tuvo algún problema de entendimiento o celos con Jesús o simplemente era un vividor y de ser así porque Jesús lo invitó a su equipo. En cualquier caso, no justificó la acción solo digo que es poco relevante.

    Incógnitas de la historia que a los Judas de hoy poco nos interesan.

    Pues ante la experiencia de otros seguramente alguna vez intencionalmente o no, habremos traicionado la confianza de alguien.

    Hace algunos años creía que las personas debíamos borrar la palabra “traición” de nuestros diccionarios, que nadie nos traicionaba y que los demás solo elegían cosas diferentes a la que a nosotros nos convenian y que sus decisiones no debían afectarnos.  Luego, en un Lapsus tontus  el ego y la soberbia me hicieron pensar que la historia giraba entorno a mi y quien no compartía mi visión era un maldito traidor.

    Curiosamente en este periodo perdí no solo a grandes amigos si no también dinero y lo mas importante mi creatividad y mi autoconfianza. Las acciones desleales en mi contra mermaron mi autoestima haciéndome sentir insuficiente e incapaz de continuar ante las perversidades de los demás.

    Los pensamientos que invadían mi cabeza en aquellos momentos hablaban de maldad, deslealtad, desconfianza y por ende las emociones que se activaban constantemente eran la tristeza y la decepción.

    Afortunadamente a mi nadie me crucificó, dándome la vida oportunidades reflexionar sobre esta condicion tan humanamente común y tan abominable para todos.

    Traicionamos sin intención, por conveniencia, por decepción, por sobrevivencia y por que nos da la gana. Traicionamos consciente o inconscientemente cuando nuestras acciones afectan las expectativas de otros aun a pesar de que no son responsabilidad nuestra. Y nos duele cuando nos traicionan por que abusan del afecto, porque nos defraudaron burlándose de la confianza que otorgamos.

    Traicioneros o traicionados he llegado a comprender que lo que afecta es la interpretación simbólica de la acción del otro, el hecho de que ante nosotros y sobre todo ante los demás nos han engañado y hemos caído. Esta interpretación del lenguaje y las palabras que nos hace sufrir hoy la podemos estudiar y modificar a través de la neurolingüística.

    La “idea de la traición” es un juicio personal sobre el proceder del otro que ha decido no ser, no estar, abandonar, faltar o irse, ya sea por dinero, conveniencia, bienestar, placer, ideología, hartazgo, decepción o porque simplemente así quiso.

    Pero cuando “creemos” que esto nos afecta de alguna manera nos duele entonces y difícilmente entendamos las razones del otro pues el pensamiento está centrado en nuestra propia afectación y es en esta idea según la programación neurolingüística y la neuropsicología en donde debemos trabajar para sanar el dolor de las traiciones.

    Traiciones que se vuelven enconos personales que trasladamos a la familia, la empresa y muy comúnmente a la política. Hoy vemos Judas en todos lados, que si le damos otra interpretación a su actuar no son más que simples ciudadanos que un día estuvieron de un lado y ahora están en otro.

    La forma en la que cada uno traiciona o cambia de bando es tan personal como hacer el amor; muchos lo hacen de frente, otros gritando, quizás algunos hablando bonito, otros más peleando rudamente, otros también por un par de monedas y por supuesto también hay quienes lo hacen por convicción y amor.

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    Rocío Saenz

    Lic. En Comercio Exterior. Lic. En Educación con especialidad en Historia. Docente Educación Básica Media y Media Superior, Fundadora de Renace Mujer A.C. Directora de Renace Mujer Lencería, Consultora socio política de Mujeres.

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