En la competencia por la candidatura presidencial del bloque oficialista en 2024, uno de los aspirantes más fuertes por hacerse de esta nominación es Marcelo Ebrard Casaubón, quien se posiciona como la opción centrista de MORENA.
A grandes rasgos podemos decir que en la concepción tradicional de la Teoría Política, la izquierda en México se identifica con las ideas disruptivas sobre el status quo, progresismo, igualdad social y económica, fortalecimiento de la soberanía, mayor alcance del Estado y la transformación del sistema.
Por otro lado, la derecha puede identificarse con la conservación del orden y de los valores establecidos, la libertad económica e individual, la defensa de la costumbre, la preferencia por un Estado limitado, la seguridad jurídica y en la profundización de las relaciones internacionales “globalizadoras”.
Naturalmente, de lo anterior existen matices propios de los cambios que se suceden día a día en el mundo y sobre todo; en razón de los intereses que pugnan por adquirir, expandir, acentuar o conservar el poder político.
Podemos deducir que el centro político es el equilibrio y la búsqueda de la conciliación entre las posturas de los extremos.
Si bien, Marcelo Ebrard por momentos ha buscado moverse hacia el extremo de la izquierda en aras de ganar simpatías con la base de MORENA, es decir con los seguidores devotos del presidente de México; su trayectoria, perfil y las posibles políticas públicas que llegaría a implementar desde la silla del águila se ubican en el centro político.
Ebrard es identificado con el grupo político que encabezó el desaparecido regente (jefe de gobierno) de la Ciudad de México en el sexenio de Carlos Salinas: Manuel Camacho Solís.
Camacho Solís impulsó la carrera política de Ebrard y ambos comparten la habilidad y agudeza política que les permitió acceder a la antesala de la Presidencia de la República.
Dentro del salinismo, Camacho encabezaba la corriente de “los políticos”, los moderados que si bien estaban alineados al proyecto “modernizador” de Salinas, estaban enfrentados con los “tecnócratas” cuyo líder visible era el entonces secretario de Hacienda Pedro Aspe Armella.
La ruptura de Ifigenia Martínez, Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo con el PRI había dado una lección al sistema en 1988 que obligaba a recomponer al menos parcialmente la relación paternalista del PRI tradicional con las masas. Es así que en la Ciudad de México, apenas una elección después de la alta votación para el Frente Democrático Nacional; Camacho como regente y Ebrard como secretario general del PRI en el DF, contribuyeron con un carro completo para el PRI en las elecciones intermedias de 1991.
Para ese entonces el gobierno de la Ciudad de México se ufanaba de mantener la gobernabilidad, negociaba y hacía concesiones a grupos opositores para ganar el control político perdido en 1988 y de paso acumular capital político propio.
En 1991 un líder del PRD tabasqueño, Andrés López Obrador, hacía un “éxodo por la democracia” desde su Estado alegando fraude electoral y sería atendido por el gobierno del entonces DF.
En 1992 Camacho designa a Ebrard como secretario de gobierno del Distrito Federal a los 33 años, ya para entonces, el regente capitalino se escuchaba fuerte como posible sucesor de Carlos Salinas.
A Camacho lo unía una profunda amistad con Carlos Salinas y sentía merecer la candidatura presidencial para 1994. Su temperamento le impidió ver que el entonces presidente lo había descartado desde hace tiempo y que al decidir entre Aspe y Luis Donaldo Colosio, Salinas se decantaría por Colosio.
Camacho rompió con una regla no escrita del sistema al negarse a respaldar a Colosio, manifestó dicho respaldo hasta el 22 de marzo de 1994, un día antes del magnicidio. Renunciaría al PRI y en 1998 fundaría junto con Ebrard el Partido Centro Democrático, siglas por las que Camacho competiría en el año 2000 por la Presidencia de la República y Ebrard por la jefatura de gobierno de la Ciudad de México.
En unas cerradas elecciones por la jefatura de gobierno de la CDMX del año 2000, Ebrard declina por López Obrador que gana por estrecho margen a Santiago Creel, quien de haber hecho campaña 15 días más le hubiese arrebatado la victoria a AMLO.
Ebrard sería nombrado secretario de seguridad pública en el gobierno de la Ciudad de México, donde un suceso en Tláhuac haría que fuera removido por Vicente Fox pero protegido por López Obrador nombrándolo secretario de desarrollo social y luego impulsándolo como su sucesor en la jefatura de gobierno.
Destacándose por un buen gobierno en la Ciudad de México de 2006 a 2012, Marcelo Ebrard pudo haber roto con AMLO en 2012, nunca lo hizo y aceptó una encuesta para elegir al candidato presidencial de ese año que ponía arriba a López Obrador por escaso y cuestionable margen.
La proyección internacional de Ebrard como presidente de la red global de ciudades seguras de la ONU, se vio empañada por señalamientos de supuestos actos de corrupción en la línea 12 del metro y de un exilio político en Francia que también le impidió ser diputado federal en 2015 por movimiento ciudadano y que le hubiese puesto en competencia real en las elecciones de 2018, año en que regresa a México para operar eficazmente una circunscripción electoral para la Coalición Juntos Haremos Historia.
Formado en el Colegio de México y en la elitista École Nationale d’Administration de Francia, Ebrard cuenta con las credenciales que lo hacen el aspirante con mejores tablas para desempeñar la primer magistratura del país.
Su oposición al FOBAPROA como diputado (llegó bajo las siglas del partido verde) en 1998, su apoyo al actual presidente desde el año 2000 y una labor cercana a las posiciones socialdemócratas y soberanistas como funcionario; equilibran ante la militancia dura de la izquierda su aceptación en los círculos empresariales, su necesaria relación con los halcones de Washington, su pasado en el sistema hegemónico del PRI y la adecuación que haría a ciertas políticas públicas actuales que son asignaturas pendientes como las de seguridad (plan ANGEL) y salud.
Podríamos concluir que Ebrard en Palacio Nacional representaría más la consolidación que la profundización de las políticas del actual gobierno de México, así como el fin formal del Lopezobradorismo y el hipotético inicio del Ebrardorismo.
Más probablemente y atendiendo el histórico capítulo de la sucesión de 1994, Marcelo Ebrard sería un buen Secretario de Gobernación.
“La sabiduría del prudente está en entender su camino,
mas la necedad de los necios es engaño.”
(Proverbios 14:8)
Moisés Hernández Félix
Lic. en Administración Pública y Ciencia Política, candidato a Maestro en Administración en curso. Ha sido funcionario público federal y docente en nivel media básica y medio superior. Se especializa en gobernanza educativa y políticas públicas.
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