Las decenas de miles de menores de edad detenidos en Estados Unidos son la consecuencia natural de un éxodo imparable. Las respuestas oficiales son borucas y artilugios de quienes carecen de propuestas.
La marea infantil -comparable en cifras a los 125 mil marielitos cubanos que llegaron a Florida en 1980- está atrapada en la polarización estadounidense. Los conservadores responsabilizan del éxodo a la política migratoria de Barack Obama, quien respondió el 2 de junio con un memorándum presidencial en el que categoriza el problema como una “situación humanitaria urgente”; la calificación fue completada por otros funcionarios de su gobierno, quienes lo definieron como asunto de “seguridad fronteriza” nacido de los rumores sembrados por los traficantes de personas, y por la violencia y la pobreza que azotan a la región.
Para manejar el problema, Washington necesita de México y los países centroamericanos. Para convencerlos Obama envió a su bombero preferido, el vicepresidente Joe Biden, a reunirse el pasado viernes con algunos presidentes centroamericanos y con nuestro secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. En una entrevista para El País (20 de junio), Biden fue preciso: el asunto es una “responsabilidad compartida entre todos los gobiernos afectados” que se soluciona educando a “potenciales inmigrantes sobre los peligros de intentar un viaje tan peligroso”. En privado, seguramente solicitó frenar antes de que la migración llegue a suelo estadounidense.
Meta irreal porque los menores sí cuentan con resquicios legales y políticos para reunirse con sus familiares; porque persistirá por un buen número de años la violencia y la desigualdad en el ingreso; y porque los traficantes de personas, las sociedades y los gobiernos de América Central y México carecen de alicientes para frenar una migración que les beneficia económicamente.
Una acotación indispensable es la debilidad de los gobiernos regionales; aunque quisieran, carecen de la fuerza para frenar los desplazamientos masivos. Es paradójico, por decir lo menos, que Cuba sea el único país de la Cuenca del Caribe con el cual Washington tiene una política migratoria perfectamente regulada. Cada año migran a Estados Unidos 20 mil cubanos. Ni uno más, ni uno menos.
La reacción del gobierno mexicano demuestra el poco interés en alterar lo que está pasando. El presidente Enrique Peña Nieto conversó telefónicamente con el presidente Obama, pero se ha cuidado de pronunciarse públicamente, y el secretario de Gobernación, Osorio Chong, fue a Guatemala a plantear, como gran novedad, ¡las tesis que ya habían propuesto los Estados Unidos!: la “migración de menores y adolescentes no acompañados exige una perspectiva regional” y “Estados Unidos [debe llevar] a cabo una campaña de difusión para informar a los centroamericanos”.
La tragedia humanitaria continuará en tanto siga la violencia y las desigualdades en el ingreso. Estados Unidos es prisionero de una contradicción señalada por la profesora de Harvard Jacqueline Bhabha: el “impulso humanitario para atender niños vulnerables” se enfrenta al “impulso punitivo de castigar a los migrantes irregulares”. Los países centroamericanos y México seguirán, por su parte, la política del avestruz frente a las mareas humanas.
La migración hacia el norte es causa y efecto de las turbulencias que azotan a la región. En crisis humanitarias la indiferencia es intolerable. Hay un compromiso mínimo con la decencia. Podemos aspirar y debemos exigir que México conceda un trato digno a los viajeros; es una vergüenza nacional el infierno que pasan cruzando nuestro territorio.
LA MISCELÁNEA
Las tragedias humanitarias requieren propuestas bien asentadas conceptual y fácticamente. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos tiene los recursos financieros (el presupuesto de este año es de 1,416 millones de pesos) para meterse en un debate que nos atañe. Las y los senadores que buscan reelegir al actual presidente, Raúl Plascencia Villanueva, deberían pedirle mayor enjundia. Su participación ha sido un comunicado de prensa, del 2 de junio, cargado de generalidades: la “atención del fenómeno migratorio requiere de un ejercicio de coordinación regional, desde una perspectiva integral y a través de la unión de esfuerzos y el trabajo común de todos los países involucrados”. Aliéntenlo a que se esfuerce más. Es el momento de demostrar la sapiencia y compromiso que se espera de ese cargo. Comunicado disponible en mi página.
Colaboró Maura Roldán Álvarez.
Sergio Aguayo Q
Académico, escritor, columnista, politólogo y promotor de los derechos humanos y la democracia.
Profesor investigador del Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México. Escritor de docenas de libros y artículos académicos. Reconocido columnista publicando su trabajo semanal en Reforma y 13 periódicos del país entre ellos Juárez a Diario. Politólogo y promotor de los derechos humanos y la democracia. Ha sido, presidente del Consejo Directivo de Fundar, presidente de la Academia Mexicana de Derechos Humanos e integrante de la Coordinación Nacional de Alianza Cívica. Preside actualmente Propuesta Cívica. Por su trabajo ha recibido reconocimientos en México y el extranjero.
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