En algún punto de mi adolescencia, un día llegué a la magnífica y emocionante convicción personal de que otros seres vivos, incluso inteligentes, deberían existir en otras regiones de la Galaxia y el universo. Localmente, pensaba, extraterrestres podrían estar habitando incluso el sistema solar sin nosotros saberlo (marcianos, por ejemplo). Mi conclusión estaba basada en el mismo argumento simple, intuitivo y lógicamente sólido de las personas que hoy piden mi opinión sobre el tema:

“Este universo es enorme….¿ cómo es posible que nosotros seamos los únicos en él?”.

Después de convertirme en astrónomo, mi opinión sobre el tema cambió un poco, y aunque hoy sabiendo de lo inhóspito de la superficie de Marte no creo que podamos esperar algún día ver la imagen de una sofisticada especie de caracol reptando sobre su suelo -mucho menos la de un auténtico marciano-, mi “convicción extraterrestre” permanece desde entonces.

Esta convicción no es nueva. Fue una de las razones por la que la Inquisición llevó a la hoguera al visionario filósofo italiano Giordano Bruno en el año 1600. Incluso hoy en día, ciertas corrientes religiosas sostienen una postura anti-extraterrestre al afirmar que no tiene ningún sentido la búsqueda de vida o inteligencia en otros lugares del cosmos porque su existencia carece de todo tipo de respaldo bíblico. Imagino entonces a los apasionados y expertos en la búsqueda de vida extraterrestre alrededor del mundo, estudiantes y colegas astrónomos y exobiólogos; imagino sus emociones, vocaciones, proyectos de investigación completos, fondos oficiales, becas, tesis doctorales, laboratorios, radiotelescopios y anhelos científicos abandonados así, drástica y totalmente de la noche a la mañana al tomar, al pie de la letra, la anterior afirmación (un escenario obviamente imposible por antihumano -es decir, contrario a la naturaleza inquisitiva humana-, pero interesante como experimento mental).

Pues resulta que al final, nuestra intuición original es correcta: tiene sentido afirmar que debe haber vida en otros sitios porque el universo es inmenso, sí, pero sobre todo porque en él existen las condiciones favorables y múltiples sitios donde la vida puede de hecho surgir de forma natural. La astrobiología, también llamada exobiología, es entonces la ciencia que estudia la vida en el universo.

Así, hoy vamos más allá de la lógica simple y la ciencia moderna nos garantiza que nuestra convicción en la existencia de vida extraterrestre deje de ser un puro acto de intuición. Las tres principales razones con respaldo observacional y experimental por las que los científicos creemos firmemente en la existencia de vida extraterrestre son:

1) Las moléculas de la vida son fáciles de formar en ambientes muy diversos. A lo largo de las décadas, la astronomía ha confirmado a través de las débiles emisiones en radiofrecuencia de moléculas interestelares, o por métodos espectroscópicos (similares a los usados para descubrir, por ejemplo, la composición química de las estrellas) la presencia de compuestos como el agua (H2O), metano (CH4), amoníaco (NH3), formaldehído, alcohol metílico y otros hidrocarburos y aminoácidos -los ladrillos fundamentales de las proteínas y moléculas orgánicas complejas- tanto en difusas nubes interestelares como en las superficies de satélites y planetas del sistema solar. Tales compuestos incluyen carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno, cuatro elementos esenciales para la vida como la conocemos aquí en la Tierra.

El ensamblaje de los átomos y moléculas correctos para crear vida parece ser una labor relativamente sencilla en nuestro universo.

2) La vida en sí surge relativamente rápido en los sitios donde existen las condiciones para ello. La mejor, aunque única prueba fehaciente de este hecho es nuestro propio planeta. La Tierra tiene una edad aproximada de 4500 millones de años, y los hallazgos paleobiológicos demuestran que las primeras y sencillas células procariotas de nuestro planeta son tan antiguas como 3600 millones de años. Esto significa que a menos de 1000 millones de años de su formación, la vida surgió sobre la Tierra.

Dado que el universo tiene una edad aproximada de 13,700 millones de años…¿ no es lógico pensar que muchos planetas tan viejos como la Tierra alberguen alguna forma de vida en este preciso momento ?

3) La vida es tenaz y resistente a condiciones extremas. Los extremófilos, organismos en los hábitats más inusuales de nuestro planeta, son nuestro mejor ejemplo. Nadie hubiera imaginado que, en el fondo de los lagos subglaciales de la Antártida, recibiendo menos del 1% de la luz solar que recibe cualquier árbol en El Chamizal, microorganismos en oscuridad casi total y temperaturas congelantes pudieran sobrevivir y realizar la fotosíntesis. De la misma manera, resulta imposible pensar que justo en las chimeneas de volcanes submarinos, a cientos de grados de temperatura, miles de metros de profundidad y en ambientes altamente tóxicos para la vida, ciertas especies de camarones y cangrejos Yeti tengan la más remota posibilidad de sobrevivir. Sin embargo, los camarones y cangrejos ahí están.

Si es posible para algunas especies florecer en ambientes terrestres extremos…¿ no es lógico pensar que otras especies puedan resistir los ambientes extremos típicos de otros planetas y satélites ?

A estas tres razones viene a agregarse, desde 1995,

4) El incontrovertible hallazgo de planetas alrededor de estrellas (ver artículo “Nuevos y múltiples planetas”). Los planetas, sobre todo aquellos con superficies sólidas y con agua líquida sobre ellas, son los mejores candidatos para albergar vida como la conocemos en la Tierra. Son casi 2000 los planetas descubiertos hasta el momento más allá del sistema solar, evidencia tangible de que los planetas abundan en el universo.

….y desde abril de este año (2014):

5) El descubrimiento del primer planeta tipo terrestre (con superficie sólida) ubicado en la zona habitable de su estrella huésped (ver artículo “Nuevos y múltiples planetas”). Kepler-176f es un planeta a 500 años-luz de distancia donde agua líquida podría existir en su superficie…y quizás alguna forma de vida…y quizá vida inteligente. Esta última posibilidad parece de momento descartada después de un monitoreo preliminar con el Allen Telescope Array del Instituto SETI, con el que se han buscado señales de radio de origen inteligente provenientes de este remoto planeta a raíz de su descubrimiento por la astrónoma Elisa Quintana y su equipo.

El punto es: tenemos conocimiento ya del primer planeta semejante a la Tierra con posible agua líquida, pero podría haber muchísimos más por descubrirse a partir de ahora.

Hablando más localmente, hay tres sitios en nuestro sistema solar, además de la Tierra, donde la vida pudo haber surgido alguna vez o donde parecen existir actualmente las condiciones para ello: el planeta Marte, la luna Europa (Júpiter) y la luna Titán (Saturno). Sobre estos objetos y sobre la posibilidad de encontrar inteligencias extraterrestres en un futuro hablaremos la próxima ocasión.

Este universo es único.

[parte 2]

Héctor Noriega Mendoza

Ponente. Investigador.

Maestría en Astronomía (UNAM | NMSU) y Doctor en Astronomía por la Universidad Complutense de Madrid (UCM)

Fundador de la Sociedad Astronómica Juarense, Cofundador del Proyecto Abel, Miembro de la Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica, Miembro de la American Astronomical Society y Profesor de tiempo completo de Astronomía en UTEP.