[parte 1]
Siendo estudiante de posgrado de astronomía en la UNAM, tuve la suerte y la satisfacción de que el Dr. Miguel Ángel Herrera Andrade fuera parte de mi comité asesor. Miguel Ángel fue uno de los mejores divulgadores científicos de México durante su vida activa como físico y astrónomo, y yo lo conocía por sus publicaciones y variadas participaciones en programas televisivos, donde con frecuencia debatía públicamente con los seguidores de los ovnis y los llamados fenómenos paranormales, como Jaime Maussan.
Hijo del maestro Luis Herrera de la Fuente, legendario director de la Orquesta Sinfónica Nacional, Miguel Ángel era un hombre sencillo, agudo, culto y bromista, excelente tanto con gis en mano en clase de introducción a la astrofísica (curso que tomé con él) como en cualquier discusión que tuviera que ver con la música y su historia, como aquella en un restaurante donde por primera vez escuché en vivo el fino sonido del salterio, nostálgico instrumento de la música tradicional mexicana. Hace 12 años, el 29 de julio del 2002, regresando al D.F. de un concierto que su padre ofreciera en provincia, Miguel Ángel y su esposa murieron trágicamente en un accidente automovilístico.
La plática de divulgación más famosa de Miguel Ángel Herrera era sobre vida extraterrestre, la que incluso ofreció en Cd. Juárez en una de las semanas de astronomía organizada por la Sociedad Astronómica Juarense. Como él decía cuando se le preguntaba, era “la clásica, la de rigor”. En ella y de manera siempre ingeniosa y divertida, Miguel Angel enfatizaba los principios básicos que dan sustento a una búsqueda seria y con rigor científico -por medio de ondas de radio- de otros seres inteligentes que pudieran habitar la Galaxia.
Esta búsqueda de civilizaciones alienígenas a través de radiotelescopios tuvo su impulso inicial en un artículo, ahora clásico, de Morrison y Cocconi en la revista Nature de septiembre de 1959. Después de considerar los rayos gamma, naturalmente generados en el acelerador de partículas de Cornell donde ambos físicos trabajaban, en su artículo los autores llegaban a la conclusión y demostraban que eran las ondas de radio la vía óptima para establecer contacto con posibles civilizaciones extraterrestres.
Siendo las ondas de radio las que de todas las formas de luz transportan menos energía, resultan el método más barato de comunicación para toda civilización que quiera anunciar su presencia a otras. Por otro lado, la tecnología presente en los años 50s nos permitía ya como civilización establecer un contacto de esa magnitud por medio de los radiotelescopios más poderosos disponibles, capaces de detectar señales emitidas a años-luz de distancia.
El artículo de Nature fue tan motivante, que al año siguiente (1960) Frank Drake examinó 2 estrellas cercanas tipo solar (Tau Ceti y Epsilon Eridani) con el radiotelescopio de Green Bank, EUA en búsqueda de señales extraterrestres, centradas en la frecuencia “universal” sugerida por Morrison y Cocconi de 1420 Megahertz a la que emite el hidrógeno neutro, el elemento más abundante en el universo, que los seres inteligentes supuesta y naturalmente adoptarian para sus transmisiones. Este fue el famoso Proyecto Ozma, y partir de ahí comienza la historia de SETI, las siglas en inglés de la Búsqueda de Inteligencias Extraterrestres.
Múltiples programas de búsqueda se han desarrollado en los más de 50 años desde aquel pionero Ozma, incluyendo SETI@home, donde por primera vez a partir de 1999 usuarios alrededor del mundo pueden analizar datos radioastronómicos en sus propias computadoras caseras en busca de murmullos alienígenas . El Instituto SETI fue fundado en 1984 en los EUA, y desde entonces representa el centro de estudios interdisciplinarios más respetable en el tema de la búsqueda de vida extraterrestre desde una perspectiva estrictamente científica.
Hoy el Instituto SETI explora nuevas estrategias de detección. Con el descubrimiento de los cientos de nuevos planetas alrededor de estrellas en los últimos años, principalmente con la misión Kepler a partir de 2009, los radioastrónomos buscan detectar las posibles “conversaciones” entre los seres inteligentes y sus colonias en lunas dentro de un mismo sistema planetario, o aquellas comunicaciones con sus misiones de exploración en otros planetas de su sistema, similares a las que los humanos sostenemos con los robots exploradores actualmente en Marte, los que controlamos a distancia con señales de radio a la vez que ellos nos transmiten de igual forma sus observaciones y resultados. Estas “conversaciones” con nuestros robots podrían, en principio, ser detectadas por otros seres que se tomaran la molestia de observarnos a distancia durante un alineamiento de la Tierra y Marte, según su perspectiva.
Miguel Ángel Herrera no tuvo la emoción de saber de la existencia de planetas en la zona habitable de sus estrellas, y desconozco si yo seré testigo del hallazgo de vida primitiva en algún lugar del sistema solar o fuera de él. Quizá Sebastian von Hoerner tenía razón y el número de civilizaciones en la Galaxia es pequeñísimo, a pesar de que la vida como tal parece encontrar condiciones para florecer en abundancia. Miguel Ángel era optimista y yo lo soy también.
Este universo es único.
Héctor Noriega Mendoza
Ponente. Investigador.
Maestría en Astronomía (UNAM | NMSU) y Doctor en Astronomía por la Universidad Complutense de Madrid (UCM)
Fundador de la Sociedad Astronómica Juarense, Cofundador del Proyecto Abel, Miembro de la Sociedad Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica, Miembro de la American Astronomical Society y Profesor de tiempo completo de Astronomía en UTEP.