Hace unos días, mientras atendía una rueda de prensa sobre temas económicos y de negocios un reportero soltó la pregunta al ponente:
- En redes sociales se habla mucho sobre la posible balcanización de México, ¿Que opina?
El ponente acostumbrado a hablar del teje y maneje económico, números y riesgos de negocios, le sorprendió visiblemente la pregunta.
Todos en la sala se quedaron viendo al reportero como si su pregunta estuviera fuera de lugar. Sin embargo, el ponente hablaba de integrar un bloque empresarial focalizado en la realidad del empresario a lo largo de la frontera norte, a lo que el reportero, quizá interpreto como una ruptura al centralismo y no una propuesta integradora para manejar las diferencias.
Por otro lado, sí, es verdad, en los últimos meses, ha cobrado fuerza en redes sociales y medios la idea de que México podría estar encaminándose hacia una balcanización. Este concepto, asociado con la desintegración violenta de la antigua Yugoslavia en los años 90, describe un proceso de fragmentación territorial impulsado por conflictos étnicos, culturales o políticos. La inquietud se alimenta del debilitamiento institucional, la creciente influencia de actores extranjeros en distintas regiones y la incapacidad del Estado para imponer su autoridad en ciertos territorios. Sin embargo, ¿qué tan real es esta posibilidad para México? ¿Estamos frente a un fenómeno similar al que destrozó los Balcanes, o se trata más bien de un discurso que refleja miedos profundos sobre la gobernabilidad y la cohesión nacional?
Sin duda los temores llegan de la influencia extranjera y los polos de desarrollo regional, a saber:
Baja California: la integración económica con Estados Unidos
Baja California, por su ubicación fronteriza, ha desarrollado una dinámica económica y social única. La constante interacción con Estados Unidos ha propiciado una fusión cultural y una dependencia económica considerable. La migración de estadounidenses —sobre todo jubilados que buscan un costo de vida más accesible— y el auge del sector inmobiliario vinculan aún más la región con su vecino del norte. Sin embargo, la fuerte interdependencia con Estados Unidos no se traduce en un proyecto separatista. La región sigue alineada con la federación, aunque su desarrollo acelerado exige una mayor atención del gobierno federal para evitar un distanciamiento funcional.
El Bajío: inversión asiática y enclaves industriales
El Bajío se ha consolidado como un nodo industrial clave, especialmente por la inversión de empresas japonesas, coreanas y alemanas en la industria automotriz. Querétaro, Guanajuato y San Luis Potosí son ejemplos de cómo la globalización ha convertido ciertas regiones en polos de desarrollo que operan casi como enclaves internacionales. Sin embargo, aunque estas zonas han ganado cierta autonomía económica, no existe una narrativa separatista. La demanda aquí es más bien por una mayor descentralización administrativa, mejores servicios y mayor inversión federal para sostener su crecimiento.
Chiapas: entre la migración y la autonomía indígena
Chiapas enfrenta un contexto particular, donde se mezclan la crisis migratoria, la intervención de actores internacionales y los reclamos históricos de autonomía por parte de las comunidades indígenas. El flujo constante de migrantes centroamericanos ha transformado al estado en un territorio estratégico para la política migratoria mexicana y ha aumentado la presencia de organizaciones humanitarias y agencias internacionales. Además, el EZLN y otros movimientos autónomos continúan defendiendo su derecho al autogobierno. Sin embargo, es importante subrayar que estos movimientos no buscan la independencia, sino una mayor autonomía dentro del marco nacional.
Sonora y Chihuahua: minería extranjera y conflictos sociales
En estados del norte como Sonora y Chihuahua, la minería ha atraído inversiones significativas, sobre todo de empresas canadienses. Esto ha generado tensiones con comunidades locales que denuncian los efectos ambientales y la explotación laboral, así como la falta de beneficios tangibles para la población. Sin embargo, estas disputas no responden a una intención de separación, sino a la búsqueda de justicia económica y ambiental.
En realidad la verdadera amenaza ha sido, en el México moderno, el narcotráfico y poder paralelo que este y otros actores económicos ejercen.
El narcotráfico es quizás el mayor reto para la cohesión territorial en México. En estados como Michoacán, Guerrero y Chihuahua, los cárteles han establecido estructuras de poder paralelo, controlando territorios, imponiendo su propia “gobernanza” y aprovechando la debilidad del Estado para operar con impunidad. Sin embargo, a diferencia de los movimientos separatistas en los Balcanes, las organizaciones criminales no buscan la independencia política. Su interés radica en mantener un estado de caos que les permita seguir explotando recursos y personas sin interferencia del gobierno.
Eso nos lleva a preguntarnos con honestidad ¿Es posible la balcanización de México?
Si bien existen elementos que podrían alimentar la narrativa de fragmentación —como el desarrollo desigual, la influencia de actores internacionales y el poder del narcotráfico—, es poco probable que México experimente una balcanización en el sentido estricto del término. El país no tiene divisiones étnicas o religiosas de la magnitud que se vivieron en los Balcanes, ni movimientos separatistas organizados con una narrativa sólida de independencia.
Lo que sí enfrenta México es una fragmentación funcional, donde en algunas regiones el poder del Estado es débil o nulo, y actores locales, ya sean cárteles, corporaciones o comunidades indígenas, ocupan esos vacíos de autoridad. Esta fragmentación puede erosionar lentamente la cohesión social y debilitar la gobernabilidad a nivel nacional si no se abordan de manera eficaz las desigualdades y los problemas de seguridad.
Para concluir, más que una balcanización, México enfrenta el riesgo de profundizar sus desigualdades internas y de seguir perdiendo control efectivo en ciertas regiones. La influencia extranjera en estados como Baja California, el Bajío o Chiapas refleja más las dinámicas de la globalización que un intento de secesión, mientras que el narcotráfico, si bien socava la autoridad estatal, no tiene un proyecto separatista en mente.
El verdadero desafío está en reconstruir el tejido institucional y social en las regiones más vulnerables. La solución pasa por fortalecer las instituciones, atender las demandas de justicia y desarrollo, y lograr una distribución más equitativa de los recursos a nivel regional. Si México fracasa en cerrar estas brechas, no será una potencia extranjera la que fracture al país, sino la indiferencia interna hacia los problemas estructurales que enfrentan varias regiones.
La clave para evitar cualquier fragmentación es promover la inclusión, reforzar la cohesión nacional y responder a las demandas de las comunidades que piden ser escuchadas. Porque al final, la verdadera amenaza no es la balcanización por fuerzas externas, sino la posibilidad de que nos alejemos tanto unos de otros que olvidemos que todos formamos parte de la grandeza de un mismo país: MÉXICO
David Gamboa
Mercadólogo por la UVM. Profesional del Marketing Digital y apasionado de las letras. Galardonado con la prestigiosa Columna de Plata de la APCJ por Columna en 2023. Es Editor General de ADN A Diario Network.