En el terreno de las ideas los mexicanos hoy tenemos pocos referentes, atrás quedaron los tiempos de los grandes pensadores y líderes que ofuscaban al poder con la crítica lúcida y con la solidez del argumento.
Hoy, ante una hegemonía política que avanza en el país, pocas voces tienen la autoridad suficiente para oponer al poder establecido una alternativa al rumbo que toma la República.
No es, al parecer y salvo por algunas excepciones, tiempo de brillantez. Recordemos a los valientes caricaturistas que retrataban la realidad política y social del porfiriato en medios impresos como el Hijo del Ahuizote junto a los hermanos Flores Magón, mismos que crearían aquel otro histórico espacio de ilustre rebeldía: Regeneración.
Madero, el apóstol de la Democracia, quien de las ideas plasmadas en la Sucesión Presidencial en 1910 pasó a los hechos aun perteneciendo a la clase adinerada y teniendo mucho más que perder al rebelarse contra Díaz.
El México revolucionario y post revolucionario tuvo a intelectuales y artistas de la talla de José Vasconcelos, Ramón López Velarde, Alfonso Reyes, Antonio y Alfonso Caso, Manuel Gómez Morín, Vicente Lombardo Toledano, Frida Kahlo, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros.
Se agregan durante el siglo XX a una pléyade de destacados hombres y mujeres de ideas como Xavier Villaurrutia, Juan Villoro, Daniel Cossío Villegas, Salvador Novo, Juan Rulfo, Elena Garro, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Jaime Sabines, Carlos Pellicer, Elena Poniatowska, Carlos Monsiváis, Pablo González Casanova.
Ante la hegemonía priista hubo una crítica de peso, fuertemente argumentada, a veces reprimida, otras veces cooptada; ideas que finalmente permearon en la ciudadanía mexicana que demandó cada vez mayores libertades y que adoptó en mayor o menor medida los valores democráticos.
Vaya, dentro del PRI hegemónico surgieron voces que pugnaban por una mayor apertura política como la de Carlos Alberto Madrazo, en su momento Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez o por transformar en alguna medida el sistema político como la de Don Jesús Reyes Heroles, Luis Donaldo Colosio, María de los Ángeles Moreno o Beatriz Paredes.
La oposición se nutrió de figuras de alta estatura intelectual, por el lado de Acción Nacional, además de Gómez Morín podemos mencionar a Efraín González Luna, Adolfo Christlieb, Rafael Preciado Hernández y a un personaje que resultaría esencial en la llegada del PAN al poder, tal vez el último de sus ideólogos: Carlos Castillo Peraza.
La izquierda tuvo (o tiene) para sí, en lo general y muchas veces de manera subrepticia a gran parte de la intelectualidad mexicana. No por nada, el corazón cultural del país, la Ciudad de México, es un bastión de la izquierda desde 1997.
Del lado de la literatura y las artes, no estamos tampoco ante una primavera de autores serios comprometidos con el cambio social. La academia tampoco es que se haga notar como agente real de cambio.
Que distantes tiempos, hablemos de lo que se supone es la oposición política al casi partido hegemónico actual: sin líderes, sin hombres o mujeres de ideas, políticamente desorientados, vencidos a sus demonios, de pensamiento sectario en muchos casos, temerosos de perder sus ínsulas de poder, carentes del sentido de bien común y Democracia, faltos de doctrina y de oficio político.
Retrato hablado. No afirmo que lo anterior aplique en la totalidad ni a todos los que integran a los partidos de oposición en México, ni siquiera en sus cúpulas; siempre existe gente capaz y no todo es malo, quedan también millones de mexicanos bien intencionados que no comulgan con el rumbo que toma el país.
Lo mismo aplica en el oficialismo, lo mismo; además sus mantras deberán adecuarse al “segundo piso de la transformación”, de igual manera no todo está mal, millones de mexicanos (la mayoría según las elecciones) defienden su modelo de gobierno. Se subraya en estas líneas el reto de la oposición, el que entendió entendió.
Urge la auténtica discusión de las ideas; la fuerza de las mismas es lo que luego de procesos dolorosos nos ha permitido orientar el rumbo de la Nación mexicana, encontrar puntos de convergencia y transformar lo que se tenga que transformar. Sin la fuerza de las ideas se impone la fuerza del poder.
“Porque Yahveh es el que da la sabiduría, de su boca nacen la ciencia y la prudencia.”
(Proverbios 2:6)
Moisés Hernández Félix
Lic. en Administración Pública y Ciencia Política, candidato a Maestro en Administración en curso. Ha sido funcionario público federal y docente en nivel media básica y medio superior. Se especializa en gobernanza educativa y políticas públicas.
Las opiniones expresadas por los columnistas en la sección Plumas, así como los comentarios de los lectores, son responsabilidad de quien los expresa y no reflejan, necesariamente, la opinión de esta casa editorial.