Yo tengo un buen amigo. Bueno, tenia. Estuvimos juntos en la escuela en los tiempos previos a las redes sociales, por lo que después de que dejamos la escuela, perdimos el contacto. Pero, a fin de cuentas, como dicen por ahí, Juárez es un ranchote, y de cuando en cuando nos topábamos, o de alguna manera sabíamos de nuestros derroteros.
El tiempo pasó y ya convertidos en padres de familia, nuestros hijos coincidieron en la misma escuela, por lo que nos vimos con mayor frecuencia. Sin llegar a los niveles de amistad que tuvimos siendo adolescentes, nos daba gusto vernos, y de manera rápida y breve, nos poníamos al corriente de nuestros andares por la vida.
Cuando las redes sociales hicieron su aparición, lo mas natural fue viralizar nuestra amistad a través de la consabida solicitud. Una vez que el “face” nos hizo “verdaderos” amigos, pues ya fue más fácil conocer de nuestros lances, fueran estos banales o trascendentes. Quizá no nos comunicábamos directamente con frecuencia, pero nunca faltaba un like aquí, o un like allá. A fin de cuentas, esa es la forma de comunicación actual.
Durante largos años de comunicación virtual, no recuerdo a mi amigo interesado mayormente en política, y si lo estaba, no recuerdo que nunca debatiéramos alguna idea, alguna postura política. No sé si coincidíamos o disentíamos políticamente. Yo por mi parte, muy joven me interesé en la participación cívica. Desde el 89, y hasta los primeros años de la década del actual milenio fui militante activo del PRD. El PRD de aquellos años, no el remedo de partido que hoy queda.
Por lo tanto, cuando ingresé a las redes, fue natural que utilizara ese espacio como caja de resonancia para mis posturas y mis ideas políticas. Ahí tuve muchos debates, algunos de buen nivel y otros no tanto, pero ciertamente no recuerdo que mi amigo manifestara postura alguna. Ni en un sentido ni en otro.
Pero llegó la elección del 2018, y con ella, el triunfo de López Obrador. A partir de ese momento, mi viejo amigo se politizó. Empezó por compartir comentarios y memes críticos hacia el nuevo gobierno. Yo, sin ser militante, ni simpatizante de Morena, consideré mi deber, como militante de izquierda, apoyar a ese nuevo gobierno, por lo que, empecé a rebatirle. Traté siempre de hacerlo con argumentos, y pronto me di cuenta, que ese no era el fuerte de mi amigo.
Muy pronto mi hasta entonces apreciado amigo Alfredito se conectó con grupos que compartían todo lo negativo que se puede compartir del gobierno de López Obrador. En eso no hay problema, como todos y cada uno de l@s ciudadan@s de nuestro país, el tiene el derecho a manifestar su postura. A creer y propalar sus puntos de vista. El problema es que perdió toda capacidad de razonar.
Cuando compartía un meme o un video falso, de los muchos que hay en las redes, y yo le hacía ver que dicha información era, en efecto falsa, me empezó a responder con improperios. Y es que en los grupos anti AMLO hay mucha información falsa, pero ellos la dan por válida sin más análisis, por más absurda que dicha información sea. Como cuando circularon un video que daba por hecho que López Obrador había designado como Secretaria de Turismo a su nuera.
Pero de entre el torrente de información falsa y/o tergiversada que se dedicaba a compartir, también había señalamientos válidos, como lo es el tema de la inseguridad, que es uno de los problemas en los que el gobierno federal ha quedado a deber. En esos casos, no había nada que agregar, la crítica era y es, desgraciadamente, valida. Pues bien, el hecho de que nada opináramos le hacía hervir la sangre.
Llegó un momento en que mí, para entonces, ya no tan amigo Alfredito, decidió que sólo quedan dos grupos de mexican@s, los que ven con toda claridad que nuestro actual gobierno es el más corrupto, ruin y vil de la historia, y los chairos ciegos y obtusos que defienden a López Obrador a cambio de las dádivas que reparte desde el gobierno. Según él. No hay más.
Desde luego, ya me desamigó, no sin antes decirme que tuviera cuidado porque si nos llegamos a encontrar en algún lado, me iba a dar mi merecido. Aunque aclaro, el lenguaje que utilizó fue mucho más florido. Ahí quedó nuestra amistad.
Tristemente, así como mi amigo Alfredito, hay much@s, en ambos bandos, mexicanos y mexicanas que están convencidos de que su postura y visión es la correcta y la única válida, y que el bando rival debe ser aniquilado, a cualquier costo. No hay diálogo ni entendimiento posible.
El 2024 todavía está lejano, pero ya las piezas se empiezan a acomodar para dicha competencia. Y, le guste o no a la oposición, la popularidad del presidente es tal, que seguramente quien resulte electo, hombre o mujer, saldrá de las filas de Morena. Esto es algo que mi amigo Alfredito no puede entender. Y no lo puede entender simplemente porque las cabezas que lideran la oposición no lo pueden entender.
No pueden comprender como a pesar de los errores y las fallas del actual gobierno, estas no se traducen en una reducción del apoyo popular al Presidente. Ellos adolecen de lo mismo que le reclaman a los “chairos”: están ciegos. No pueden entender como la gente, el ciudadan@ de a pie, ve en López Obrador a una persona cercana, que hace fila en la tienda, en el avión, y que no exige privilegios especiales. Vamos, ¡hasta se bajó el sueldo!
Dice mi amigo Alfredito absolutamente convencido, “si, no necesita ganar mucho porque se está hinchando de dinero por otro lado”. Para él y para los líderes de la oposición, es imposible vivir en la sana medianía de un sueldo clasemediero, “mediocre” han de pensar. “Y mediocres tod@s, porque convalidan esa ocurrencia del presidente”, han de complementar.
El presidente López Obrador no es infalible, y dista de ser el Estadista que muchos hubiéramos deseado, pero definitivamente, le ha dado un cariz de “ciudadanidad” a la presidencia. Con su actuar campechano ha desnudado a esa casta divina de políticos que se sentían, y todavía se sienten, intocables. Los mirreyes, herederos de los altos puestos y de los grandes negocios a la sombra del poder que ahora se rasgan las vestiduras ante los zapatos no debidamente lustrados del presidente.
¡El KKs no me representa! Me dice exaltado mi ex amigo Alfredito con su característico clasismo, y lo entiendo, porque a él quien verdaderamente lo representa son los Peña Nieto, los Cesar Duartes, los Foxes y los Calderones que solo ven en la política, negocios y ganancias personales y para su clan.
¿Y qué es lo más patético? Que a mi amigo Alfredito solo le toca pagar los platos que esa casta rompe, porque a él, el beneficio que le llega es nulo, no va más allá de su esperanza por algún día conectarse con ese grupo. Que algún día le haga “justicia” la revolución. Lastima.
Es cuánto.
José Antonio Blanco
Ingeniero Electromecánico. Juarense egresado del ITCJ con estudios de maestría en Ingeniería Administrativa por la misma institución y diplomado en Desarrollo Organizacional por el ITESM. Labora desde 1988 en la industria maquiladora. Militó en el PRD de 1989 al 2001.
En la actualidad, un ciudadano comprometido con las causas progresistas de nuestro tiempo, sin militancia activa.
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