Podemos ubicar los orígenes de Morena en dos eventos muy significativos que afectaron al PRD después de la debacle de la elección del año 2000, donde el partido pasó de segunda fuerza política, a un lejano tercer lugar. El primero de ellos económico, y el segundo plenamente político.
El caer el porcentaje electoral del PRD en las elecciones del 2000 y 2003, los recursos económicos para armar una amplia red de defensa del voto para la elección presidencial del 2006 se vio mermada, lo que generó desconfianza hacia el partido en el propio Andres Manuel Lopez Obrador, a la sazón, el líder perredista más popular del momento. Eso, por una parte.
Por la otra, las muy desaseadas elecciones internas del 2008 que, anulación de por medio, concluyeron con la toma del partido por parte de la corriente liderada por Jesús Zambrano y Jesus Ortega, los denominados “Chuchos”.
La visión política de los Chuchos, venía chocando con la de López Obrador, desde la derrota del 2006, pues aquellos nunca aprobaron la forma como López Obrador reaccionó a lo que el llamó el fraude del 2006. Y aunque no hubo una ruptura formal, la distancia entre las 2 corrientes fue ampliándose cada vez más.
Para la elección del 2012, López Obrador crea un organismo paralelo que inicialmente serviría para crear esa estructura de promoción y defensa del voto que debería ir más allá de la muy limitada que podía proveer un debilitado PRD: el Movimiento de Regeneración Nacional. Morena nació concretamente en octubre del 2011 registrándose como Asociación Civil.
En esa condición, y ante la popularidad de López Obrador, los Chuchos no tienen otra opción mas que aceptar la candidatura de AMLO a las elecciones presidenciales del 2012, en las que Peña Nieto se alza con la victoria. López Obrador vuelve a denunciar fraude, pero los Chuchos, a la cabeza del PRD, deciden que esta vez no van a apoyar al obradorismo.
Primero, declaran valido el triunfo de Peña Nieto, y luego, a fines de ese año, en diciembre, firman el llamado Pacto Por México, que sería la base para las reformas neoliberales del Peñanietismo acabando, de facto, con las posiciones de izquierda que aun quedaban en el PRD.
Ante la ruptura con el PRD, en noviembre del 2012 López Obrador llama a transformar el movimiento en partido político, lo cual se logra finalmente en Julio del 2014, justo a tiempo para las elecciones intermedias del 2015, en donde Morena, ya con registro como partido obtiene un 8% de la votación total, y se convierte en la primera fuerza política en la Asamblea Legislativa del entonces Distrito Federal.
En la siguiente elección, la del 2018, Morena, con Lopez Obrador a la cabeza de la coalición Juntos Haremos Historia, efectivamente hizo historia al ganar la elección presidencial con un contundente 54.71% de los votos, y llevándose, de paso, la mayoría en ambas cámaras. (Morena contribuyó con el 44.49% de la votación total).
En las elecciones intermedias del 2021 perdieron algo de terreno obteniendo solo el 34.1% de los votos, pero manteniendo la mayoría en ambas cámaras. Igualmente preocupante para esta agrupación fue el resultado en la CDMX, donde perdieron en 9 de las 16 alcaldías. Sin embargo, lo anterior no obsta para que siga alta la probabilidad de que el candidat@ propuest@ por Morena, sea quien gane la próxima elección presidencial del 2024.
La historia de Morena, ha sido como tal, una de éxito fulminante, pero junto con dicho éxito vienen vicios y hábitos nocivos que va a ser muy difícil erradicar. Empezando por su definición ideológica, ¿es Morena un partido de izquierda?
Si bien, la mayor parte de sus cuadros más reconocidos vienen o de militar en movimientos claramente identificados como de izquierda o del Nacionalismo Revolucionario, también es cierto que a posiciones de poder se colaron personas que nada tienen que ver con la izquierda. Tal es el caso de Germán Martínez exlíder del PAN o Manuel Espino, también exlíder del PAN y miembro reconocido del Yunque, o de Lili Tellez, hoy en día, furibunda opositora de AMLO.
Acá en Chihuahua todavía nos preguntamos como es que el exalcalde Armando Cabada, Adriana Terrazas o Cruz Pérez Cuellar lograron posiciones políticas importantes bajo las siglas de Morena. Y la respuesta desde luego no está en la ideología de estos personajes, sino en el pragmatismo político que Morena práctica desde la cabeza misma del movimiento.
O acaso, ¿no fue pragmatismo la alianza de López Obrador con el Partido Encuentro Social? Partido claramente conservador y de derecha, cuyo liderazgo está compuesto por, o esta muy cercano a las posiciones de grupos de la iglesia evangélica.
En cuanto a sus valores democráticos, desgraciadamente no se han podido librar de los vicios heredados tanto del PRD como del PRI, por lo que la renovación de liderazgos, a cualquier nivel, esta regularmente plagado de irregularidades. Y, aunque quedó establecido a nivel estatutario la prohibición de formar corrientes, la verdad es que estas siguen existiendo en la misma versión nociva que tanto afectó al PRD.
Para un servidor, que ha sido testigo del Morenismo desde fuera, queda claro que su principal objetivo, para lo que fue concebida esta organización, ya se alcanzó: Llevar a Lopez Obrador a la presidencia de la República. También me queda claro que ha sido tan contundente el éxito de Morena Partido, que desfondó a todos los demás partidos, especialmente al PRD (obtuvieron solo el 2.83% de la votación total en el 2018 y 3.64% en el 2021).
Y es gracias a esa contundencia que aún queda vuelo para, mínimo, un triunfo mas en el 2024. ¿Qué va a pasar después de ese muy posible triunfo? El partido va a quedar a merced de sus propios resultados. ¿Seguirá siendo la primera fuerza? ¿Sucumbirán ante el inevitable oportunismo que rodea al éxito? No lo sabemos, esa es historia en ciernes.
Es cuánto.
José Antonio Blanco
Ingeniero Electromecánico. Juarense egresado del ITCJ con estudios de maestría en Ingeniería Administrativa por la misma institución y diplomado en Desarrollo Organizacional por el ITESM. Labora desde 1988 en la industria maquiladora. Militó en el PRD de 1989 al 2001.
En la actualidad, un ciudadano comprometido con las causas progresistas de nuestro tiempo, sin militancia activa.
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