Durante la semana pasada llamaron mi atención las declaraciones del diputado local por el PAN Luis Alberto Aguilar Lozoya durante la segunda sesión de la Comisión de Agua del Congreso del Estado
, en donde mencionó que los diputados tienen la responsabilidad de defender los intereses de los chihuahuenses y felicitó a la gobernadora Maru Campos, así como a los presidentes municipales y demás personas que, como él, se sumaron en la defensa del agua.
Coincido cien por ciento con Aguilar en su aseveración acerca de la responsabilidad de los diputados: la defensa de los intereses de los chihuahuenses. Pero hay que entender que los chihuahuenses somos muy diversos y que lo chihuahuense no se limita a quienes habitan en la zona centro-sur del estado. Tan chihuahuense es un juarense o un ojinaguense como un parralense, un uriquense o un deliciense. No debe haber chihuahuenses de primera y de segunda, todos son importantes y los intereses de todos deben ser defendidos por igual.
Pero en referencia al tema de la defensa del agua, quiero hacer referencia al maniqueísmo y la mezquindad con que algunos panistas -y aquí hago un señalamiento muy directo al diputado federal Mario Mata Carrasco- iniciaron desde finales de 2019 una campaña, no para defender el agua de las presas del estado sino para sacar raja política del tema sin importarles involucrar en manifestaciones violentas que no tenían justificación alguna, porque estaba abierto el canal del diálogo con el gobierno federal, a productores y familias a los que les hicieron creer que se les iba a dejar sin agua para sus parcelas o para el uso doméstico, lo cual, aunque no era cierto, llevaron a extremos cuyos resultados todos conocemos: daños a propiedad federal, estatal y de particulares; agresiones y amenazas, lesiones y la detención de varios hombres del campo por parte de las autoridades debido a su participación en diversos hechos relacionados con la mal llamada guerra del agua y la aprehensión de varios integrantes de la Guardia Nacional en relación a la consecuencia más grave de este negro capítulo, la muerte de Jessica Silva.
Y reitero que el Gobierno Federal siempre estuvo abierto al diálogo porque me tocó participar directamente en algunas de las reuniones que se tuvieron con quienes dijeron representar los intereses de las familias y los productores de la región centro-sur del estado, pero siempre quedó claro que su intervención en las mesas de trabajo nunca fue favorecer los acuerdos para llegar a una solución política, sino que utilizaron lo peor de la política para que ese objetivo no se cumpliera.
Quienes actuaron de esa manera, en su gran mayoría, fueron funcionarios y legisladores de extracción panista, así como los autodenominados líderes de la región que, como en el caso de Salvador Alcántar Ortega, fue premiado con la suplencia en la diputación federal que actualmente encabeza Mario Mata Carrasco.
Pero no solo boicotearon la vía del diálogo. Al mismo tiempo organizaban las revueltas en las que no solo participaban personas que legítimamente creían en que se les iba a dejar sin agua; hubo la participación de alborotadores profesionales, cuya consigna era generar violencia sin importar las consecuencias. Lo más grave fue la participación directa del alcalde panista Martín Sánchez Valles, quien desde tempranas horas, de acuerdo con lugareños, organizó desde la Presidencia Municipal a los revoltosos, a los que repartió mantas y cartulinas con consignas en contra del Gobierno Federal y de su representante en el estado, Juan Carlos Loera De la Rosa.
La convocatoria a la reunión en las instalaciones de la Presidencia Municipal, a la que asistieron representantes de los productores de la región, funcionarios estatales y federales y legisladores, fue realmente una celada para quienes acudieron en representación del Gobierno de México.
Aunque en el exterior de la Presidencias Municipal se desconocía si se habían alcanzado acuerdos, la revuelta fue tomando proporciones inconcebibles, porque esa fue siempre la consigna. Quemaron los tres vehículos propiedad del Gobierno federal no sin antes amenazarnos con quemarnos en su interior si no nos bajabámos, mientras algunas personas nos comentaban que con “esos” no nos metiéramos porque eran narcos, y sin importar el peligro al que sometían a los cientos de personas que se habían aglomerado, más por curiosidad que por otra cosa, ante la posibilidad de explosión de las unidades incendiadas; secuestraron por varias horas al delegado federal y acosaron a quienes le acompañábamos de tal forma que tuvimos que cambiar de refugio en varias ocasiones.
Por eso llama la atención que algunos hoy festinen los resultados de lo que ellos bautizaron como la Guerra del Agua. Nada hay que festejar, no hubo logros, hay muchas víctimas y hay pérdidas, pero también hay responsables; no los que están detenidos o los que ofrendaron su vida de manera legítima sino los que quieren glorificarse y continúan sacando raja política de una lamentable historia basada en falsedades. Felicitar a quienes participaron en la maquinación de esa “guerra” es de una mezquindad tal que, si son creyentes, se los dejo de tarea.
Pedro Torres
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