En el transcurso de la vida le hemos temido a muchas circunstancias cosas o personas, cuando uno es pequeño seguro que nuestros temores provienen de un personaje con el que nuestros padres tratan de educarnos, quien no ha escuchado del Sr. del costal, del roba chicos, del encostalado, del viejo de las barbas y muchos más, este tipo de hombres con los que nos amenazan con regalarnos si es que hacemos un berrinche o no hacemos caso en la calle, también están los animales que nos asustan como las arañas, cucarachas y muchos de los animalillos que a veces encontramos en el hogar, y que decir de las cosas como las chanclas, los cinturones y a algunos hasta el cable de la plancha.
En mi caso recuerdo a mi mamá, que su arma favorita era una palita de madera con la que nos metía en cintura a mis hermanas, sus nietos y a un servidor, creo que yo era el cliente frecuente de esa palita, nunca sufrí de maltrato familiar pero esa relación que existía entre la palita y yo era como aquella relación enfermiza de “me asusta pero me gusta” llego un momento donde ya tenía inmunidad ante tal objeto, pero nunca se lo comenté a mi mentora porque no quería que sintiera que había perdido el poder mágico de ese pedazo de madera que tanto le había servido para la educación de nosotros.
Hay personas a las que nos gusta la adrenalina y nos encanta experimentar distintas actividades, aventarse del Bungee jumping, paracaídas, gotcha, etc., etc. La experiencia que más me ha dado miedo fue en Ciudad Juárez en una casa de sustos que estaba en una vivienda abandonada en las calles de Gregorio M. Solís, esquina con Ignacio de la Peña, cuenta la leyenda que ahí habían asesinado a una familia, en la parte de afuera había un carro abandonado, se dice que en la cajuela de ese auto se escondió la hija mejor de la familia y murió asfixiada, la casa nuca pudieron venderla y el paso de los años la fue deteriorando, adentro había una sala, con muebles viejos un comedor, cocina, estancia en la planta alta habían tres habitaciones.
Los organizadores de la casa de sustos se encargaron de adecuarla de tal manera que diera más temor con personajes vestidos de diferentes monstruos, luces tenues y escenografías de escenas de películas de terror, una habitación estaba ambientada con una de las escenas del exorcista, otra del aro y algunas otras, por cuestiones de trabajo teníamos que ir a diario a visitar ese domicilio, un grupo de compañeros y yo disfrutábamos entrar a diario, hasta que un buen día de esos nos comentaron que habían hecho unas modificaciones, entramos dimos nuestro acostumbrado recorrido y al salir les comentamos a los empleados, que nos había asustado una viejita que estaba en la cocina, en una silla de ruedas que hasta incluso nos las estuvo aventando, como queriendo atropellarnos.
La sorpresa de ellos es que no ubicaban a dicho personaje, de tal manera que entramos todos otra vez y en esa ocasión con las luces encendidas, sin encontrar a la señora que se nos había aparecido momentos antes, la verdad es que nos quedamos sorprendidos, pero se hacía más fuerte la teoría de que ahí pasaban cosas muy extrañas, ya con anterioridad habían hecho programas especiales y reportajes, no sabemos a ciencia cierta si de alguna forma se nos haya aparecido la anciana o si en verdad fue un personaje de la casa, lo que es cierto es que jamás la volvimos a ver, aquella ocasión ha sido el mayor susto que haya pasado y fue cierto , les juro que fue uno de los “Cuentos que no son cuento” hasta la próxima.
Adrián Cruz
Profesional con más de 30 años en diferentes medios de comunicación. En su columna, "Cuentos que no son cuento", comparte el anecdotario personal de un chilango viviendo en el norte del país. Muchas veces increíbles, pero siempre reales.
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