Después de una acalorada discusión en la Cámara de Diputad@s, así quedó redactado el artículo tercero constitucional:
Artículo 3.- La educación que imparta el Estado será socialista y además de excluir toda doctrina religiosa combatirá el fanatismo y los prejuicios, para lo cual la escuela organizará sus enseñanzas y actividades en forma que permitan crear en la juventud un concepto racional y exacto del universo y de la vida social.
No se asusten mis apreciad@s amig@s prianistas, pero particularmente lo pocos perredistas que aún quedan, hoy tan proclives a negar su pasado socialista. La redacción mencionada líneas arriba, no corresponde a la reforma educativa hoy impulsada por López Obrador, sino a la promovida por el gobierno del general Lázaro Cárdenas en 1934 y en la que, como se puede ver, el llamado al socialismo era explícito… bueno, más o menos.
La realidad es que la idea que tenía el general sobre socialismo, no era la apegada a la ortodoxia marxista, sino una muy propia, muy a la mexicana: “La esencia de la educación socialista consiste en subrayar más el punto de vista social que el individual” explicaba el general.
Buscaba aquella reforma, como la de hoy, generar una conciencia crítica en las grandes masas de mexican@s pobres, más que la toma de los medios de producción por parte del proletariado, como si lo pretendían los comunistas que apoyaban al gobierno de Cárdenas.
Y el porqué de aquella reforma se podía entender en varios aspectos históricos. Primero, el sistema educativo mexicano durante el porfiriato se enfocó principalmente en la educación urbana y preferentemente a grupos de la burguesía porfirista, dejando de lado la educación rural y de obreros empobrecidos.
Segundo, a pesar del triunfo de la Revolución, los grupos conservadores -léase la iglesia y el gran capital- seguían ejerciendo mucha influencia en el campo educativo, y sobre las masas campesinas semi-analfabetas, a quienes apenas unos años antes habían manipulado para hacerlas entrar en guerra contra el régimen de la Revolución, la llamada Guerra Cristera del 1926 al 1929. Y tercero, el contexto internacional, con los grandes movimientos de reivindicación social al que México no era ajeno.
El cardenismo, con su búsqueda de la mejora del nivel de vida de las clases bajas, llevó la revolución educativa hasta el área rural mas recóndita, así como a la colonia mas paupérrima. Y la intensión socialista pretendía acabar con el fanatismo religioso a través de la utilización del método científico como forma de comprender la naturaleza y sus fenómenos.
Sin embargo, el término socialista causaba mucho escozor en los grupos de la derecha, por lo que, al cambio de régimen, el nuevo presidente, el general Ávila Camacho, católico practicante, suavizó la ley, eliminando el término y sustituyéndolo por “educación laica”.
Lo interesante de aquella época, es que, al amparo de la educación socialista de Cárdenas, surgió toda una generación de maestr@s, auténticos evangelizador@s de la educación, que realmente hicieron un apostolado de la enseñanza. Esa generación fue tan importante y tuvo tal impulso, que todavía, quienes cursamos la primaria en los setentas, alcanzamos a recibir clases de algun@s de aquellos maestr@s, ya en sus años postreros al borde de la jubilación.
Seria Carlos Jonguitud Barrios y su corrupta “Vanguardia Revolucionaria”-mis amig@s del PRI lo han de recordar- quienes vendrían a dar al traste con la educación en México, al ver en el magisterio, un espacio para el enriquecimiento ilícito y el abuso de poder. Lo habría de suceder la tristemente célebre Elba Esther Gordillo quien habría de mantener el statu quo.
Ya con el neoliberalismo dominando todas las esferas de la vida nacional, y con los índices educativos por los suelos, al amparo del Pacto por México de Peña Nieto y su camarilla, se realiza la reforma educativa del 2013. Quizá lo único rescatable de aquella reforma hubiera sido la llamada escuela de tiempo completo, que pretendía extender el horario de clases a semejanza de lo que se estilaba en los años cuarenta.
Lo que a final de cuentas vendría a dar al traste con esa reforma fue, entre otros aspectos, la llamada Autonomía de Gestión, y la intención de evaluar el trabajo del docente.
La parte medular del neoliberalismo estriba en el desmantelamiento de los servicios públicos, y eso se vio detrás de la mencionada Autonomía de Gestión. El estado se deslindaba de su responsabilidad de proveer las condiciones y recursos para la educación, y cada escuela, con una pretendida visión empresarial, habría de buscar sus propios medios.
El mismo principio estaba detrás de la evaluación al docente, a quien se le echaba la culpa de todos los problemas, y su desempeño quedaría evaluado, a la manera empresarial, por una formula, ignorando aspectos sociales o de otra índole que pudieran afectar su desempeño.
En pocas palabras, la reforma neoliberal de Peña Nieto y el PRIANRD, tenía ese enfoque empresarial que es sagrado para el gran capital, porque estaba dirigida a desarrollar ciudadan@s mediatizados, eso sí, que supieran leer y hacer sumas y restas, pero nada más. No pensamiento crítico, no interculturalidad, pero sobre todo, ese écheleganismo que es bandera de la señora Gálvez.
La Nueva Escuela Mexicana va, y el Libro de Texto Gratuito es su herramienta básica, por eso la gobernadora Campos pretende evitar su uso. No lo va a lograr.
Es cuánto.
José Antonio Blanco
Ingeniero Electromecánico. Juarense egresado del ITCJ con estudios de maestría en Ingeniería Administrativa por la misma institución y diplomado en Desarrollo Organizacional por el ITESM. Labora desde 1988 en la industria maquiladora. Militó en el PRD de 1989 al 2001.
En la actualidad, un ciudadano comprometido con las causas progresistas de nuestro tiempo, sin militancia activa.
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