En esta temporada navideña, además del frio, todo se intensifica, nos las arreglamos para que los flujos económicos lleguen, nos preparamos para viajar y convivir con la familia, ponemos luces; que muchas veces nos sabemos que significan, nos adentramos a la “magia”.
Hacemos de todo en abundancia, al menos de todo lo que podemos hacer, registrando en el subconsciente el autoengaño de que ya en enero nos pondremos en línea, adoptaremos limites, haremos ejercicio y comeremos sano, hoy es momento de disfrutar.
Esta benevolencia se sienta en la mesa. Pero no es egoísta, se comparte y aparece entre los humanos eso que llamamos “bondad”. La bondad implica a tratar a los demás con respeto, tolerancia y dignidad, nos empuja a promover o contribuir con el bienestar de los demás ayudando a fortalecer las relaciones interpersonales.
Es el momento permitido o pretexto perfecto para demostrar afecto.
La bondad como todo tiene un precio y no me refiero a una escala de valores económicos, lo único importante está entre el encuentro de quien da y quien recibe.
Ese intercambio de dar lo que pueda contribuir al crecimiento del otro, es el valor máximo de las festividades navideñas.
Pero no todo es un lecho de rosas, la bondad decembrina tiene también su lado oscuro, ese momento en que lo que parece tan bueno nos agota.
El consumismo se hace presente, comprar porque se puede, porque está de moda, por competir, por obligación o porque lo quiero, no tiene nada que ver con el encuentro navideño.
Este consumismo genera afectaciones psicoemocionales y presiones económicas, al enfrentarnos al estrés de los gastos de la navidad y las expectativas de hacerle frente a los que los hijos desean materialmente, o al banquete de la nochebuena, puede aumentar los niveles de angustia contribuyendo a lo que se conoce como Depresión Navideña .
“Cuando la bondad se vuelve obligación social se diluyen sus bondades”, así entre la reseca del día después de los festejos, no solo la garganta estará seca, también el alma.
Que la bondad no nos maldiga los días y como regalo les comparto estos refranes sobre los obsequios que la bondad humana nos regala.
“A caballo regalado no se le mira el diente”.
Creo que en el fondo de nuestros corazones cada gesto amable tiene una raíz profunda de querer o sentirnos amados, y sin la peripecia de controlar lo que recibimos no busquemos hipócritas o desinteresado, veamos seres humanos intentando luchar por nuestro cariño o su propio desamor.
“A los burros palos y a las mujeres regalos”.
Considerar que los obsequios son una dedicatoria al mérito personal, nos hará sentir o decepcionar a alguien, la expectativa que si no me dan lo que merezco o no doy el clavo de loque esperan de mi se traduce en frustraciones inútiles y dañinas.
“El amor que se alimenta de regalos, siempre está hambriento”.
Basar las expresiones afectivas solo en las cosas materiales es un error de inmadurez que no nos permite evolucionar y ofrecernos experiencias de intercambio mas profundas y humanas, el tiempo, la creatividad, la espontaneidad y las locuras también se comparten.
“Juez limpio de manos no hace regalo”.
Sentir que no tenemos que demostrar afecto porque no contamos con recursos, o no nos toca la banalidad social navideña, es un buen pretexto para limitar nuestro potencial interior para expresar lo que apreciamos y desaprovechar el ambiente.
“Moza que regalos toma, algo dona”
Si, así es la vida, ida y vuelta; luz y sombra; el ying y el yang.
Cuando se da algo, siempre se recibe; cuando se recibe, siempre algo se devuelve, que no sean quejas o ingratitudes, que estos días sean de una verdadera bondad.
“Con amor y Gratitud, Feliz Navidad a todos”
Rocío Saenz
Lic. En Comercio Exterior. Lic. En Educación con especialidad en Historia. Docente Educación Básica Media y Media Superior, Fundadora de Renace y Vive Mujer A.C. Directora de Renace Mujer Lencería, Consultora socio política de Mujeres.