Siempre me he preguntado que, si somos ciento veintisiete millones de mexicanos los que vivimos en nuestro hermoso país México actualmente, y la mayoría somos creyentes de Jesucristo, siendo además la mayoría católicos Guadalupanos, ¿cómo es posible que exista tanta maldad y violencia en nuestro país?
El Presidente de México Andrés Manuel López Obrador, constantemente en las mañaneras hace referencia de las frases de Jesucristo sobre el amor y el perdón al prójimo, evidenciando su fe cristiana. Incluso su discurso contra los conservadores enfatiza a la monarquía y el abuso de los gobernantes para conservar a la sociedad sumisa a las tradiciones impuestas que la esclavizaron en la miseria económica y cultural.
En la Semana Mayor que celebramos la pasión y resurrección de Jesucristo, el Presidente de México escribió este mensaje en su perfil de Facebook:
De Gandhi sobre Jesús:
“No sé de nadie que haya hecho más por la humanidad que Jesús. De hecho, no encuentro nada malo en el cristianismo”. Pero entonces añadió: “El problema está en ustedes los cristianos, pues no viven de conformidad con lo que enseñan”.
Es sin duda una frase que dice mucho en pocas palabras. Para los que somos católicos y cristianos Jesús es Dios, quien fue crucificado ofreciendo su sacrificio para el perdón de nuestros pecados y resucitó para que podamos compartir la vida eterna. El agregado de Gandhi nos pesa en la conciencia: “El problema está en ustedes los cristianos, pues no viven de conformidad con lo que enseñan”.
Desgraciadamente tiene razón. No vivimos de conformidad con lo que nos enseña la doctrina cristiana. Desconocemos los diez mandamientos o solamente los repetimos sin tomar conciencia del contenido normativo en su esencia y poder con el que los estableció Dios y que se los entregó a Moisés para su debido cumplimiento.
Nuestro país siendo fiel creyente en Dios, se contradice en su comportamiento, pues hemos legalizado conductas inaceptables por la religión, así como normalizado lo que está prohibido por los mandamientos. Las relaciones que impulsa la LGBTT, así como la ideología de género supera todo lo que no permite nuestra normatividad cristiana.
Igualmente hemos permitido entrar a nuestros hogares a través de las redes sociales y televisión, los programas que atentan contra la moral, costumbres y valores que inculca la religión cristiana, como las series de narcotraficantes que ya son ídolos como “el señor de los cielos”, o las que promueven la violencia, las adicciones a las drogas, al sexo y al demonio.
Si tuviéramos conciencia de los valores y normas religiosas, seguramente nuestro país sería un ejemplo de virtudes con gobiernos confiables y políticos honestos. Con familias integradas por padre madre e hijos. Con hombres y mujeres honestos y cabales a toda prueba. Tendríamos el más bajo índice de criminalidad y violencia familiar.
¿Dónde estamos los más de ciento veintisiete millones de mexicanos predicando con el ejemplo? ¿dónde está la fe como un granito de mostaza? ¿dónde estamos los que perdonamos como nos lo exige Dios?
Hace un par de semanas se estrenó “Qué Viva México” que nos exhibe como lo más mediocre y asqueroso que puede ser un ser humano. Luis Estrada el director que dice ama a México demuestra todo lo contrario, es el cine actual que nos discrimina ante el mundo.
En la película de origen polaco “Purgatorio”, es un largometraje tipo documental, que rescata los valores del cristianismo y revela al mundo la importancia de comportarnos como lo exige Dios, con importantes testimonios de las Sagradas Escrituras, así como de personas que hemos vivido después de morir.
Me llamó poderosamente la atención que el pecado más grave para Dios es el de no perdonar. Es más grave que el homicidio incluso. Es como para reflexionar, para interiorizarnos y revelar nuestros secretos de conciencia para ir sanando la mente y el alma.
Me cuento entre los pecadores que se arrepiente constantemente de faltas cometidas y que algunas son irreparables y que son parte de mi pasado. Pero me cuento entre los que desean cambiar para mejorar el entorno donde me desenvuelvo y acepto a Dios con humildad. Que cada vez que lo conozco más, me siento como un microbio ante su amor y sabiduría.
Para reparar los daños cometidos debemos reconocer nuestras deficiencias y defectos de carácter, así como las adicciones que nos transforman en conductas negativas. Debemos perdonar y para perdonar, perdonar los actos que hemos consentido directa o indirectamente o por omisión. El perdón se dice fácil y más cuando decimos perdono pero no olvido que es lo mismo que no perdonar.
Héctor Molinar Apodaca
Abogado especialista en Gestión de Conflictos y Mediación.
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