En un mundo cada vez más marcado por la incertidumbre económica, los avances tecnológicos y los desafíos sociales, resulta crucial que los gobiernos prioricen el bienestar integral de sus ciudadanos, no solo a través de políticas económicas o de infraestructura, sino también fomentando el desarrollo humano en su sentido más amplio. En este sentido, el presupuesto público para el año 2025 ofrece una oportunidad única para fortalecer los pilares que sostienen la identidad y la cohesión social: el arte y la educación.
El arte ha sido históricamente uno de los principales vehículos de expresión humana. A través de la pintura, la música, la danza, el cine y otras formas artísticas, las personas han encontrado la manera de comunicar sus sentimientos, sus ideas y sus luchas. En tiempos de globalización, donde la homogeneización cultural amenaza con diluir las tradiciones y costumbres locales, el arte se convierte en una herramienta fundamental para preservar la identidad nacional. No solo se trata de una cuestión de orgullo cultural, sino de la capacidad de cada sociedad para reflejar sus valores, sus inquietudes y sus sueños a través de lenguajes que trascienden las barreras del tiempo y el espacio.
Además, es un potente motor de inclusión social. Al ofrecer a las personas la oportunidad de expresarse y ser escuchadas, el arte puede convertirse en un medio de empoderamiento, reduciendo las desigualdades sociales y brindando a los sectores más vulnerables una plataforma para su voz.
La educación, por otro lado, es la base de cualquier sociedad que aspire a ser más justa y equitativa. En una era en la que la tecnología avanza a pasos agigantados y los mercados laborales demandan habilidades cada vez más especializadas, es fácil olvidar que la educación debe ser vista no solo como un medio para capacitar a futuros profesionales, sino como una herramienta para formar ciudadanos críticos, conscientes de su entorno y capaces de contribuir activamente a la construcción de una sociedad mejor.
Invertir en educación humanista, que fomente el pensamiento crítico, la ética, la filosofía, la historia y las artes, es esencial para formar personas completas y capaces de reflexionar sobre los grandes desafíos que enfrentamos, desde la crisis ambiental hasta las desigualdades sociales. En este sentido, la educación humanista no debe ser vista como un lujo o un complemento, sino como un componente indispensable del sistema educativo. En muchos países, el énfasis en la educación técnica y científica ha dejado de lado el desarrollo de habilidades blandas, como la empatía, la creatividad o la capacidad de comunicación. Estos son justamente los valores que el arte y la filosofía promueven.
Cuando los gobiernos eligen dirigir sus presupuestos hacia el arte y la educación, no solo están realizando una inversión cultural, sino también una inversión en el futuro. Las sociedades que priorizan el bienestar humano sobre las soluciones cortoplacistas y las políticas de austeridad logran construir un capital social mucho más fuerte y resiliente. Las personas que crecen en un entorno que fomenta la creatividad y el pensamiento crítico son más capaces de adaptarse a los cambios y de enfrentarse a los retos del futuro con una mentalidad innovadora y colaborativa.
Sin embargo, para que estas políticas sean efectivas, no basta con aumentar los recursos asignados. Es fundamental también que se diseñen estrategias que garanticen el acceso equitativo a las oportunidades culturales y educativas. Es esencial que el arte y la educación no sean considerados privilegios de unos pocos, sino derechos universales que deben estar al alcance de todos los ciudadanos, independientemente de su nivel socioeconómico. Por ello, en el proyecto de revitalización del Centro Fundacional de nuestra ciudad estamos proyectando una recuperación desde la estrategia social a través del arte urbano que es accesible a todo el mundo, además de programas dirigidos a crear identidad y orgullo juarense, entre otros temas.
Dirigir el presupuesto público hacia el arte y la educación en 2025 no es solo un acto de valorización de lo humanista, sino una apuesta por un futuro más justo, creativo e inclusivo. Si queremos una sociedad que no solo sea capaz de competir en el ámbito global, sino también de generar una identidad propia, cohesionada y resiliente, debemos invertir en el arte y la educación como pilares fundamentales de nuestro desarrollo. Una sociedad que cultiva el pensamiento crítico, la creatividad y el respeto por la diversidad cultural es una sociedad preparada para enfrentar los retos del siglo XXI de manera innovadora y justa. Hasta la próxima, yo soy Daniela Gonzalez Lara.
Daniela González Lara
Abogada y Dra. en Administración Pública, especializada en litigio, educación y asesoría legislativa. Experiencia como Directora de Educación y Coordinadora Jurídica en gobierno municipal.