La madrugada del viernes 7 de abril, un hombre condujo su vehículo hasta las inmediaciones del puente ubicado en avenida Homero y Periférico de la Juventud en Chihuahua capital. Caminó hasta la parte más alta del mismo y una vez ahí, envió lo que sería un último mensaje de despedida a su esposa. Después, salto al vacío para perder la vida.
La noticia de este lamentable incidente, hubiera sido reportada por los medios en la sección de nota roja local, y se hubiera olvidado casi de inmediato, como otro más de los muchos suicidios que tristemente están plagando nuestra sociedad, solo que, en este caso, la noticia se volvió viral de inmediato, por un detalle no menor: el suicida era ni más ni menos que Antonio Tarín, principal operador del desfalco millonario maquinado por el exgobernador Cesar Duarte.
¿Quién fue esta persona y porque su muerte tuvo resonancia nacional?
Antonio Enrique Tarín García, a la sazón sobrino de César Duarte, y que al momento de su muerte contaba con 37 años, inició su carrera política a la sombra de su tío en el 2010, cuando este lo nombró director de Administración y Finanzas del Instituto Chihuahuense de la Salud. Posteriormente, a fines del 2013, se movió a un puesto clave para los planes de César Duarte, presidente del Comité de Adquisiciones y Servicios de la Secretaría de Hacienda estatal.
En esta posición permaneció hasta el final del sexenio duartista, con solo una breve licencia para participar en las elecciones del 2015, en donde contendió como candidato suplente por la diputación por el distrito federal número 9 con cabecera en Parral, en mancuerna con Carlos Hermosillo Arteaga, candidato titular, y en la que se alzaron con el triunfo.
Como presidente del mencionado Comité de Adquisiciones, Tarín participó en el desvío de recursos por hasta $250 millones de pesos, como se comprobó después, mismos que fueron a dar a las campañas priistas en diversos estados de la república. Esto se conoció como operación Safiro, y fue orquestada directamente por el gran impune, Manlio Fabio Beltrones y el entonces Secretario de Hacienda, Luis Videgaray, siendo Tarín el enlace para el estado de Chihuahua.
Y hasta ahí llegó su carrera.
La corrupción que caracterizó al gobierno de duarte, y que alcanzó a muchos de los actores políticos de aquel momento, incluyendo al actual alcalde, Cruz Pérez Cuéllar, y a la actual gobernadora, Maria Eugenia Campos, ya era un secreto a voces hacia el final del sexenio, por lo que lo único que podía salvar al duartismo era un triunfo priista en la figura de Enrique Serrano, lo cual, para su infortunio, no ocurrió: Ganó la gubernatura el entonces panista, Javier Corral.
Corral asumió la gubernatura en el 2016, y para marzo del 2017 se emitieron las primeras órdenes de aprehensión en contra de varios de los exfuncionarios de Duarte y Duarte mismo, que terminó huyendo a Estados Unidos.
Tarin logró evadir ese primer intento de aprehensión de manera tragicómica: por el hecho fortuito de que Carlos Hermosillo, diputado titular ante el Congreso Federal acababa de fallecer en un accidente automovilístico, al ser Tarín, suplente de Hermosillo, intenta tomar posesión del cargo para así quedar protegido por el fuero, pero diputados de oposición lo impidieron al ser de dominio público que había una orden de aprehensión en su contra. Como no logro conseguir el fuero, Tarín hubo de pasar la noche atrincherado en la cámara de hasta la mañana siguiente en que su abogado le tramitó un amparo contra la orden de aprehensión.
De cualquier manera, fue aprehendido dos meses más tarde, en mayo, para pasar más de cuatro años en prisión. Finalmente, lograría un amparo que le dio la oportunidad de seguir su proceso en libertad condicionada, portando un brazalete, y el compromiso de ir a firmar cada semana.
Al momento de su muerte, aún pesaban más de 10 carpetas de investigación en su contra por diversos delitos, todos relacionados con el uso indebido de recursos públicos, por lo que, a pesar de la evidente protección de la Fiscalía del Estado de Chihuahua de la gobernadora Campos, y la inmovilidad de la Fiscalía General de la República de Gertz Manero, era muy probable que eventualmente regresará a prisión a compurgar algunos años de cárcel. Eso lo sabia el, y posiblemente eso lo llevó a tomar la fatal decisión que hoy conocemos.
Unos días después de su muerte, nuestra ínclita gobernadora, Maru Campos declaró que su antecesor, Javier Corral, era “culpable, directa o indirectamente” de la muerte del operador político de Duarte. Dicha declaración no sorprende, pues nos es bien sabido que ella, y algunos elementos de su círculo cercano fueron parte de la corrupción de Duarte, a quien ahora, de manera muy evidente, dan trato privilegiado, casi como si el exgobernador hubiera sido víctima de una injusticia.
Pero si no fue Corral, entonces, ¿quién mató a Tarín?
Baste recordar que Tarín fue parte de esa camada de nuevos priistas; ese “nuevo PRI” que presumió Peña Nieto, que retomó el poder en 2012, y que, en lugar de aprender de sus errores, y rectificar el rumbo, únicamente regreso para robarse lo que no se habían llevado los panistas.
A Tarín no lo mató Corral, ni siquiera lo mataron los sicarios que han venido liquidando los cabos sueltos de la operación Safiro, no, lo mató la ambición y la desvergüenza de creer que robarse el dinero de un pueblo empobrecido no tiene consecuencias. Es posible que hubiera podido escapar de la cárcel, pero de su conciencia, nunca.
Es cuánto.
José Antonio Blanco
Ingeniero Electromecánico. Juarense egresado del ITCJ con estudios de maestría en Ingeniería Administrativa por la misma institución y diplomado en Desarrollo Organizacional por el ITESM. Labora desde 1988 en la industria maquiladora. Militó en el PRD de 1989 al 2001.
En la actualidad, un ciudadano comprometido con las causas progresistas de nuestro tiempo, sin militancia activa.
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