El mayor problema de la empresa pública Petróleos Mexicanos (Pemex) es sin duda su asfixiante deuda. El reto es convertirla en una empresa financieramente viable, lo que significa poder operar con una deuda sostenible. De lo contrario, continuará incumpliendo como entidad garante de la soberanía energética y de apoyo a las finanzas nacionales.
Dadas las limitaciones presupuestales del país, Pemex requiere de fuentes externas de recursos, ya que, por definición es una empresa intensiva en capital. Esto es necesario para ser eficiente, aumentar ingresos y reducir costos.
El reto es que los recursos externos no comprometan el control estatal de la empresa.
Para ello se requiere:
Otorgar autonomía presupuestal. Que pueda invertir utilizando deuda, sin que ésta se considere deuda pública, ni sume para el déficit fiscal. Tal como funcionan las empresas estatales en el mundo. El ejemplo específico es Petrobras, que con esta medida inició su exitosa reconversión. Lógicamente no se debe abusar de la deuda y utilizarla exclusivamente en proyectos rentables.
Servirse del capital privado para proyectos específicos. Para ello precisa de socios particulares que asuman riesgos de ejecución y financieros. El Plan Energético Nacional hace alusión a “contratos mixtos”, con capital privado, pero habrá que esperar a la legislación secundaria para ver la forma en la que la actual administración contempla interactuar con la inversión privada. Se deben ampliar los esquemas de colaboración bajo modelos atractivos de asociación, con el fin de complementar capacidades técnicas y financieras, promoviendo también el intercambio de conocimiento. Esto resultará fundamental para garantizar el flujo de recursos a la empresa pública de los que actualmente carece. Si se estructura adecuadamente, se pueden utilizar los controles de la participación privada para también combatir la corrupción pública que provoca sobrecostos.
Se debe enfocar la meta operativa en la redituabilidad y no en alcanzar un monto de producción específico. El volumen no debe ser el objetivo final sino lo que se gana en cada proyecto, con énfasis en la renta petrolera. Actualmente se estableció la meta de producción en 1,800 mil barriles diarios. No debe sacrificarse utilidad en función de lograr ese objetivo, cuyo establecimiento obedece más a razones políticas. Es imperativo reponer reservas y producción al menor costo posible.
Aprovechar las inversiones realizadas, principalmente en pozos maduros y con las nuevas tecnologías del mercado que reactiven los yacimientos en declinación.
Ajustar la refinación. Las refinerías nacionales deben operar al 85%-90% de su capacidad, con poca producción de combustóleo y demás derivados baratos. Permitir que Pemex Transformación Industrial pueda adquirir y formular la mezcla más adecuada de crudos para cada refinería, importando crudos ligeros cuando esto sea conveniente y dejar de depender de la mezcla enviada por Pemex Exploración y Producción.
Se puede lograr también con un planteamiento correcto con el capital privado, preservando el control estatal.
En general, resulta indispensable mejorar la capacidad de gestión. Ya se ajustó el régimen tributario, pero es imperativo el énfasis en los resultados operativos y en inversiones rentables.
No se advierte actualmente el que sin interacción con recursos privados se puedan alcanzar los objetivos establecidos y sacar a la empresa pública del marasmo financiero en el que se encuentra atrapada desde hace años.
Rafael Espino
De Chihuahua. Abogado fiscalista. Consejero Independiente de Petróleos Mexicanos. Senador de la República por Morena.
