El pasado fin de semana, por más calificativos que se le ponga, hemos visto triunfar la democracia. Ganas no faltan de aprovechar para celebrar los triunfos con los que morena ha consolidado la preferencia de electorado derivado de su forma de hacer política, pero más allá, vuelvo a lo mismo: la relevancia de los resultados de estos ejercicios, es el derribo de bastiones en los que se encontraba enquistado el poder de unos pocos.
La dignidad, derechos plenos y justicia sin exclusiones ni privilegios que abanderan el movimiento de regeneración distan mucho con lo que, de acuerdo con el diccionario de la RAE se define como oligarquía: “una forma de gobierno en la cual el poder político es ejercido por un grupo minoritario” entendido este a su vez como un “grupo reducido de personas que tiene poder e influencia en un determinado sector social, económico y político.”
No dudo de la capacidad de quienes nos leen, sin embargo quisiera plasmar aquí la definición a fin de contar con los elementos necesarios para llegar a una conclusión común, ya que fuera de cualquier preferencia electoral, romper con la oligarquía es derribar uno de los muros que por tantos años se antepuso entre la ciudadanía y la democracia, propiciando un ejercicio del poder público lleno de vicios.
Y es que no se trata únicamente del triunfo de un instituto político, sino de ideales que se han transformado en resultados y han marcado una enorme diferencia para las y los electores, quienes a pesar de los señalamientos detractores de representar una inquisición, solo marcan el fin de una era dañina para la democracia: cuatro gubernaturas de las seis que estuvieron en juego en las elecciones del fin de semana pasado, rompieron lazos y cadenas con quienes representaron –alimentando su poderío con el letargo de la población- el abuso de poder.
El PRI por ejemplo, había mantenido a Hidalgo como uno de sus últimos feudos durante 90 años… casi un siglo de un gobierno que, a falta de pluralidad y alternancia, era ya el espacio perfecto para la indiferencia; la misma indiferencia que había aquejado a todo México y que ha sido el motivo que afortunadamente nos ha llevado a la transformación.
A pesar de las coaliciones, morena salió avante ante la unión de partidos que solo son muestra de que, el hecho de querer unificar varios liderazgos no significa que estos sean fuertes: las debilidades y deficiencias que por muchos años se han arrastrado solo se han unido para mostrar recibir una lección del pueblo que ya ha despertado y se ha hecho consciente de que los largos periodos de malas prácticas no son la única opción.
Por si acaso hay alguien que hoy lee estas líneas y para quien no es motivo de celebración el relevante triunfo de morena, entonces que sea motivo de esperanza los cada vez más frecuentes ejercicios democráticos que han hecho de México, una nación en cambio.
Me despido con esta frase, cuyo autor ya conoce: “Deseo que el pueblo siempre tenga las riendas del poder en sus manos. El pueblo pone y el pueblo quita.”
Benjamín Carrera Chávez
Doctor en Problemas Económicos por Universidad Autónoma Chapingo.
Actualmente Diputado Local por el 5to Distrito de Chihuahua, Profesor-investigador en el Instituto de Ciencias Sociales y Administración de la UACJ y miembro del Sistema Nacional de Investigadores del CONACyT, Nivel 1.
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