Hace unos días el gobierno federal lanzó el famoso “Chocolate del Bienestar”, un producto que en teoría busca apoyar a los productores de cacao mexicanos y ofrecer una opción más “natural” al consumidor. Hasta ahí, todo bien. Pero lo que resulta verdaderamente chocante es que este chocolate viene con tres sellos de advertencia por exceso de azúcares, calorías y grasas saturadas. Y no, no es broma.
Este simple producto refleja una de las mayores incongruencias del gobierno: como si fuera una regla no escrita, nos están acostumbrando a aceptar lo incorrecto solo porque lo dice la presidenta. Esto es exactamente lo mismo que ocurrió en el sexenio pasado.
Esto nos lleva a la normalización de lo que no está bien, a la aceptación de lo incorrecto solo porque lo dice quien está en el poder.
La presidenta defiende el chocolate diciendo que “sí tiene sellos, pero es mejor que otros chocolates”. ¿En serio? O sea, nos venden la idea de que lo “menos malo” ya está bien. Y eso se ha convertido en un patrón: una narrativa que suaviza lo que debería ser inaceptable. La misma estrategia se utilizó cuando colapsó un tramo del Metro en la Ciudad de México, donde la negligencia se disimuló con frases vacías como “vamos a investigar” y “fue un accidente trágico”. Todo para no asumir la responsabilidad, para no incomodar al poder.
Otro ejemplo claro fue el conflicto por la Glorieta de las Mujeres que Luchan. El gobierno intentó imponer su versión sin escuchar a las colectivas feministas que pedían un homenaje a las víctimas de feminicidio. Y cuando no lo lograron, la respuesta fue llamar “racistas” y “clasistas” a quienes no estuvieron de acuerdo con su propuesta. Aquí no hubo un intento real de diálogo, sino una imposición de la voz oficial, donde el que no aplaude es el “enemigo”.
Lo que está pasando ahora con este chocolate, que no cumple con los estándares que el gobierno mismo promueve, es un reflejo claro de cómo se va normalizando lo incorrecto solo porque lo dice la presidenta. Al igual que con el anterior sexenio las incongruencias se asumen como verdades absolutas y el pueblo parece tener que aceptarlas sin cuestionar. Esta es la lógica detrás de la narrativa oficial, si lo dice el poder, es correcto, aunque los hechos digan lo contrario.
No se trata de estar en contra por estar en contra. Apoyar al campo mexicano es fundamental, hacer accesibles los productos nacionales es necesario. Pero no podemos seguir permitiendo que se nos impongan decisiones incoherentes solo porque provienen de arriba. El bienestar no debe ser un eslogan vacío para campañas, debe reflejarse en acciones concretas y coherentes.
Queremos gobiernos que sean coherentes. Que si luchan contra la obesidad, no promuevan chocolates con exceso de azúcar. Que si prometen justicia, no minimicen tragedias. Que si dicen ser feministas, escuchen a las mujeres.
Como ciudadana informada, tengo la responsabilidad de señalar las incoherencias y exigir que las políticas realmente lleguen a quienes más lo necesitan. No se trata de aplaudir todo lo que se hace bien, sino de exigir que las cosas se hagan correctamente.
¿Está mal querer eso? Claro que no. Lo que está mal es quedarnos callados mientras el poder empieza a creerse incuestionable.
Entonces, la próxima vez que nos ofrezcan algo con el sello del “bienestar”, preguntemos: ¿bienestar para quién?
Porque el verdadero bienestar no necesita etiquetas. Se siente en la coherencia, en la verdad… y en que las cosas se hagan bien, no solo se digan bien.

Mayra Machuca
Abogada, Activista, Columnista, Podcaster.
Especializada en análisis y asesoría jurídica, cuenta con experiencia administrativa y jurídica con habilidades destacadas en la resolución de problemas y coordinación de tareas. Experta toma de decisiones estratégicas. Activa en Toastmasters y Renace y Vive Mujer.