“El INE no quita ni regala diputaciones ni senadurías, la única que puede hacerlo es la ciudadanía con su voto”.
-Guadalupe Taddei Zavala Presidenta Consejera del INE
Desde la creación, en 1929 del abuelo del PRI, el PNR, y hasta 1977, el sistema político mexicano no tuvo verdaderos problemas de gobernabilidad, especialmente en lo que al control político de las Cámaras se refiere, tanto la de Diputados colmo la de Senadores.
Y si bien en sus inicios hubo un nivel de legitimidad generalmente aceptado, lo cierto es que el abuso del poder fue diluyendo esa legitimidad poco a poco hasta llegar a la quiebra durante los años sesenta. A partir de esa década, aunque el PRI mantuvo, a sangre y fuego, la gobernabilidad, la perdida de legitimidad fue tal, que ya en 1976 la situación era insostenible.
Es entonces cuando, como válvula de escape, se decide dar “voz” a las oposiciones, especialmente a las de izquierda que, influenciadas por la Revolución cubana, veían en la lucha armada una via legitima para el cambio de régimen. La introducción en nuestro sistema político, de los diputados de partido, también conocidos como plurinominales, amén de algunas otras herramientas, fue la manera como el sistema trató de liberar un poco la presión social acumulada.
Por cierto, y como mera referencia anecdótica, los diputados de partido, tal como los conocemos en nuestro país, fueron introducidos por primera vez en la Italia fascista de Mussolini allá por 1923; mismo origen tiene la tristemente célebre cláusula de gobernabilidad, que también tuvo efímera existencia en nuestro sistema político durante el salinato.
La verdad es que la “apertura” de este mecanismo de participación política fue realmente marginal, pues el Estado mantuvo un férreo control de la gobernabilidad con todas las herramientas legales y extralegales a su alcance hasta la icónica elección de 1988, cuando la sociedad se volcó en apoyo de los candidatos del Frente Democrático Nacional, muchos de ellos escindidos del propio PRI, encabezados por el ingeniero Cuauhtémoc Cardenas.
Esa fue la primera vez que el PRI-gobierno no pudo mantener su mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, limitándose a una muy discutida mayoría simple. En la Cámara de Senadores si mantuvieron su mayoría absoluta, pero por primera vez en la historia del México contemporáneo, y a pesar del PRI, hubo senadores de oposición.
Para evitar otro sobresalto similar, el PRI neoliberal de Salinas, ya curado de espanto, introduce entre 1989 y 90, la ya mencionada clausula de gobernabilidad, que básicamente consistía en que si el partido con más votos (léase el PRI) no obtenía la mayoría absoluta, simplemente se le asignaban diputados plurinominales en tal cantidad, hasta que alcanzara dicha mayoría.
La vuelta a la mano dura en las elecciones del 91 y del 94, así como la alianza de facto entre el PRI-salinismo y el PAN, ayudaron a que esta previsión legal, a todas luces desproporcionada fuera eliminada finalmente, y para bien, de nuestra norma legal durante la reforma del 93.
Pero no fue una graciosa concesión, pues durante toda la década de los noventas, la sociedad mexicana, y de manera preponderante, el PRD, presentaron una lucha decidida para alcanzar la democracia por la vía pacífica.
La oligarquía gobernante, representada por un PRI neoliberal, y un PAN engolosinado con el poder, se vieron obligados a hacer una serie de concesiones que resultaron en una mejoría de la competencia democrática, y aunque siempre quedan espacios de lucha, resultaron en nuestro sistema actual, incluida la fórmula para la distribución de las diputaciones plurinominales.
El artículo de la ley que rige la manera como han de repartirse las diputaciones plurinominales, es el 54, y desde que el PRI perdió la hegemonía como partido político, este articulo ha pasado por diversas reforman que buscan, paradójicamente, limitar la sobrerrepresentación.
Con la reforma del 93, quedo establecido que un solo partido político no podía tener más de 315 escaños obtenidos por ambos principios; luego, en la reforma del 2015 este nivel se redujo a 300, y es el tope que se tiene actualmente.
Es decir, hace nueve años que la formula actual tiene vigencia, ¿porque hasta hoy el PRIAN cuestiona la manera como han de repartirse esos espacios? Pues porque no se esperaban una derrota tan abyecta. En sus cuentas alegres tipo Masive Caller ellos confiaban en un empate o incluso, una victoria. Pobres ilusos, la realidad le estalló en la cara y les sigue estallando.
Ente la magnitud de su derrota, y para tratar de darle la vuelta a la formula, quieren hacer creer a la ciudadanía que Morena y sus aliados están recibiendo curules de más, es decir, que están sobrerrepresentados, lo cual es una mentira absoluta.
Para torcer el número en su beneficio, pretenden que se considere a la alianza ganadora MORENA-PT-PVEM, como un solo partido, y como tal, imposibilitada a recibir mas de 300 diputaciones.
Lo anterior es por demás risible, ya que la ley claramente indica que, una vez terminada la elección, las alianzas desaparecen como tales, y las cuentas se hacen sobre el total de votos recibido por cada partido, así como por los distritos uninominales en los cuales triunfaron, no como alianza, sino como partido.
Ya el INE dictamino que MORENA ha de recibir 75 plurinominales que sumadas a las 161 uninominales que ganó, suman 236 curules. Muy lejos del limite de 300 que la ley establece. Por su parte, el PVEM obtuvo 77 y el PT 51 por ambas vías. En total, la alianza oficialista sumará, 364 curules, lo cual les da un margen holgado para aprobar las reformas que la presidenta o la propia alianza considere pertinentes.
En contraparte, en el Senado, la alianza oficialista se quedo corta con 3 escaños, ahí sí, la operación política de los lideres de las respectivas bancadas de la alianza, se hará necesaria. Así funciona la democracia, y así esta escrita la Ley, que, por cierto, ellos mismos aprobaron.
En conclusión, el PRIAN, sigue extraviado en su laberinto.
Es cuánto.
José Antonio Blanco
Ingeniero Electromecánico. Juarense egresado del ITCJ con estudios de maestría en Ingeniería Administrativa por la misma institución y diplomado en Desarrollo Organizacional por el ITESM. Labora desde 1988 en la industria maquiladora. Militó en el PRD de 1989 al 2001.
En la actualidad, un ciudadano comprometido con las causas progresistas de nuestro tiempo, sin militancia activa.
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