El segundo mandato presidencial de Donald J. Trump en los Estados Unidos de América inicia con la virulencia esperada contra los inmigrantes sin documentos, con objetivos en este aspecto realmente nada factibles si desea “hacer grande a América de nuevo”.
La productividad de los Estados Unidos de América depende en gran medida y de manera determinantemente de la fuerza de trabajo de las personas inmigrantes que con o sin documentos laboran en territorio estadounidense.
Por ende, la economía gringa no puede prescindir de la inmigración indocumentada como variable directa en su crecimiento y desarrollo económico, mucho menos retirar a la totalidad de estas personas de los puestos laborales desde donde generan riqueza para los Estados Unidos.
Además, los trabajadores con o sin documentos pagan impuestos, estimulan el mercado interno y contribuyen de manera muy importante a que los estadounidenses gocen de precios accesibles en muchísimos productos y servicios.
Los trabajadores inmigrantes hacen ya a Estados Unidos un grandísimo productor agroalimentario, una formidable potencia turística y un lugar donde se reducen considerablemente los costos de construcción y mantenimiento de los hogares y empresas gracias a los trabajadores sin documentos.
Es una sencilla ecuación de necesidades, de costo y beneficio, donde los gringos han aprovechado mano de obra sumamente barata bajo la premisa de pagar sueldos precarios a trabajadores sin documentos, específicamente de personas originarias de México y otros países de América Latina.
Esta ecuación estimula la constante, organizada y subrepticia apertura de fronteras cuando los sectores económicos estadounidenses requieren mano de obra y el cierre de las mismas según el momento político y ciclo económico.
Esta abusiva e histórica posición de los norteamericanos tiene un marcado tinte racista cuando muchos de ellos distan de comprender o convenientemente no aceptan que la inmensa mayoría de los migrantes mexicanos o latinos solo buscan una mejor calidad de vida a través del trabajo duro y sin meterse en problemas. Empleos que los estadounidenses ofrecen y necesitan ocupar.
Luego del holgado triunfo del trumpismo en las elecciones de 2024, el segundo mandato del magnate neoyorquino intenta satisfacer a su base electoral anunciando la mayor deportación de inmigrantes indocumentados de la historia.
Pero deportar a millones de personas indocumentadas no es tan sencillo, implica un gasto considerable del gobierno estadounidense y movilizar a una estructura administrativa con la que no se cuenta del todo y que requeriría no pocos cientos de millones de dólares de los contribuyentes.
Más importante aún es que de inmediato se resentiría en los costos de la industria y en los bolsillos de los norteamericanos el prescindir de tan necesaria fuerza de trabajo.
Situación que iría también contra una de las promesas de campaña de Trump: abatir la inflación. Tampoco puede la gran potencia americana excluir a los migrantes de la ecuación económica sin que con ello pierda ventajas competitivas ante China, potencia que calladamente desafía ocupar el lugar preponderante de Norteamérica.
Es entendible que el renovado gobierno federal trumpista trate de hacer tangible ante su población su programa de “Estados Unidos Primero”, asegure sus fronteras y expulse a individuos extranjeros indeseables o que cometen delitos en su territorio.
Sin embargo no es lo correcto ni en el criterio humano ni en el económico el criminalizar al grueso de personas que trabajan en los Estados Unidos sin documentos. Es probable que al caso se imponga el segundo criterio cuando el incremento en los precios de muchos productos y servicios comiencen a alarmar a los consumidores o cuando la producción baje y genere grandes pérdidas al campo, las empresas turísticas, la construcción e innumerables otros negocios .
No será únicamente con medidas unilaterales, mucho menos persiguiendo a débiles y vulnerables como en su mayoría lo son los migrantes sin documentos mexicanos o latinos, que los Estados Unidos logren ordenar o inhibir los flujos migratorios hacia su país.
De la misma manera, esa gran Nación construida por inmigrantes deberá eventualmente explorar caminos hacia la legalización permanente de las personas sin documentos que están siendo altamente productivas en actividades que solo ellos hacen, que solo buscan progresar, pagan impuestos, aman la Paz y lo último que desean es tener conflictos con el Estado.
Llegaron allí ante una realidad económica que siempre termina por imponerse. Mr. Trump: America needs migrants. Business are Business.
“Maldito quien tuerza el derecho del forastero, el huérfano o la viuda.
– Y todo el pueblo dirá: Amén.”
(Deuteronomio 27:19)
Moisés Hernández Félix
Lic. en Administración Pública y Ciencia Política, candidato a Maestro en Administración en curso. Ha sido funcionario público federal y docente en nivel media básica y medio superior. Se especializa en gobernanza educativa y políticas públicas.
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