A un año de las elecciones más importantes en México, en la que habremos de elegir al próximo Presidente de la República, Diputados locales y federales; Senadores; Presidentes Municipales; Regidores y Síndicos, nos envuelve ahora el velo de la muerte y la desgracia por los desastres naturales.
Nos hemos saturado de delitos, por la grave situación de inseguridad que parece interminable en toda la república. Cuando nos llegan los huracanes, terremotos, la devaluación del peso frente al dólar y la incertidumbre de nuestro destino por el mal gobierno que sigue derrochando los ingresos públicos.
El desastre natural del temblor que cimbró a toda la nación, ocurrió de nueva cuenta justamente el día 19 de septiembre. En 1985, hace treinta y dos años, los mexicanos fuimos testigos de la fragilidad humana ante la naturaleza y vimos como se puede acabar todo en un instante. Este año, el temblor similar al de 1985, nos volvió a la realidad sobre lo que significa la vida humana. La vida que los delincuentes no respetan. La vida que los abortos quitan a inocentes. La vida que se arrebata en accidentes, y crímenes. Parece que con el terremoto si vale la vida.
Las imágenes captadas al momento en que ocurrió el sismo en la Ciudad de México y otras poblaciones del Estado de Morelos, nos recordó que somos de la misma raza y que vivimos en el mismo territorio. Pero así como ha habido reacciones humanitarias de apoyo y ayuda, también están el saqueo, los robos, y la ausencia de los políticos en el lugar de los hechos. Hemos sido testigos también, de nuestras miserias ocasionadas por la corrupción, pues la falta de medicamentos y asistencia de primeros auxilios se nota más, porque lo malo en estos casos cuenta mucho; y hay que seguirlo contando.
En el sismo de 1985, hubo expertos mexicanos en construcción que denunciaron públicamente que la corrupción fue la principal causa de la catástrofe. Pues los dueños de los edificios derrumbados y las autoridades, permitieron y ocultaron la violación de por lo menos el 90% del reglamento sobre construcción. Los edificios que se cayeron estaban dañados y mal construidos. También se supo de la complicidad del gobierno que solapó a los constructores e ingenieros sin que resultaran culpables, después de haber sido denunciados.
Al entonces Presidente de la República Miguel de la Madrid Hurtado, le tocó lidiar con la ruptura más importante del PRI en toda su historia, cuando un grupo de disidentes encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas creó la Corriente Democrática, que exigía “democratizar” al Partido Revolucionario Institucional y acabar con la tradición de que sólo unos cuantos tomaran las decisiones en el partido y el presidente tuviera la última palabra. “Falló el sistema” y Carlos Salinas de Gortari “ganó” la elección. En una entrevista con Aristegui, De la Madrid afirmó que, “en aquél entonces no tenía elementos de juicio sobre la moralidad de los Salinas, me di cuenta después”.
Parece que la historia se repite en tragedia, dolor y corrupción. El PRI vive su peor momento, y continúa siendo el líder en los fraudes electorales. El Presidente Peña Nieto es repudiado por la mayoría de los mexicanos. Los desastres naturales siguen causando daño, aparte del que ocasionan los criminales y delincuentes de cuello blanco. Pronto saldrá a relucir la corrupción que permitió el derrumbe de edificios, y la mala planeación urbana que se pudo evitar en mayor parte si prevaleciera la honestidad de los gobernantes.
Salinas de Gortari es el responsable del financiamiento público a los partidos políticos. Para las elecciones del 2018 recibirán 11 mil 904 millones de pesos para gastar. Mientras tanto carecemos de medicinas y seguridad pública. Aparte del temblor continúan los secuestros, desparecidos, trata de personas, narcotráfico y feminicidios. Es más importante el Instituto Nacional Electoral, que goza de instalaciones de primer mundo y con el personal suficiente hasta para servir una taza de café, que surtir a las instituciones de la salud y la seguridad pública de lo más elemental.
El dinero hace falta para reconstruir a las zonas más afectadas por los desastres naturales. También para que las instituciones de salud, educación y seguridad sean equipadas. Los partidos políticos se llevan la mayor parte del presupuesto y eso es infame ante la pobreza y marginación. Se niegan a otorgar parte de los recursos a los damnificados y el Instituto Nacional Electoral es el que pone más trabas. Hay que votar para botarlos.
Héctor Molinar Apodaca
Abogado especialista en Gestión de Conflictos y Mediación.
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