En una tarde tranquila de 2016, lejos del bullicio electoral de aquellos días, tuve la fortuna de conocer personalmente a Héctor “Teto” Murguía Lardizábal, una figura emblemática en la política de Ciudad Juárez. Aquel encuentro, lejos de ser una proclamación de cercanía o confianza, me permitió apreciar su humanidad más allá de su imagen pública.
Esa tarde, mi presencia no era como periodista, sino como mercadólogo, lo que me brindó una perspectiva única para observar al hombre detrás del político. Teto, conocido por su firmeza, sarcasmo y una notable habilidad para los negocios, mostró una faceta que, quizás, el gran público no siempre percibió.
Su trayectoria política fue notable: dos veces presidente municipal de Juárez, primero rompiendo una racha del PAN y luego en una segunda gestión marcada por cambios significativos. También fue senador y diputado federal, demostrando su versatilidad y compromiso con su estado y el país, pero mas aún el animal político en que se convertía. Educado como ingeniero químico y militante del PRI desde joven, Teto cambió de rumbo en 2023, uniéndose al PT en busca de una senaduría.
Lo que siempre me impresionó de Teto fue su perspectiva y visión. Parecía estar siempre un paso adelante, con su mirada siempre fija en la gobernatura de Chihuahua, un sueño que, desafortunadamente, no pudo concretar. En 2009, incluso solicito licencia de su encargo como diputado federal para buscar la candidatura a gobernador, aunque no fue el elegido.
Ahora, recordamos a Teto no solo como el político hábil, el estratega y el líder, sino también como el hombre: esposo, hermano, padre, abuelo y amigo. Su partida deja un vacío no solo en la esfera política, sino en las vidas de quienes lo conocieron de cerca, así como en quienes manifiestan día con día su innegable legado.
Son testimonio de su labor los domos en las innumerables escuelas primarias y secundarias, el Periférico Camino Real, Blvd. Juan Pablo II, Blvd. Independencia y, la más emblemática obra de Teto Murguía, la Plaza de la Mexicanidad con la escultura de la X de más de 60 metros de altura y 800 toneladas de peso, que se ha convertido con el paso del tiempo en la insignia de Ciudad Juárez y ahora, inevitablemente, en el monumento a su memoria.
Héctor Teto Murguía Lardizábal fue muchas cosas para muchas personas: una “máquina de votos”, un animal político, pero, sobre todo, un ser humano con sueños, pasiones y un legado que perdurará en la memoria de Ciudad Juárez y de Chihuahua.
Descanse en paz.
David Gamboa
Mercadólogo por la UVM. Profesional del Marketing Digital y apasionado de las letras. Galardonado con la prestigiosa Columna de Plata de la APCJ por Columna en 2023. Es Editor General de ADN A Diario Network.