“Have you left no sense of decency?”
Joseph N. Welch abogado el Ejercito de los EEUU.
Dirigiéndose al senador J McCarthy
Estamos a menos de un mes de que en el vecino país del norte se lleven a cabo las que se perfilan como las elecciones más cerradas y controversiales de su historia. En estos momentos hay un virtual empate técnico entre el expresidente Donal Trump, y la vicepresidenta Kamala Harris.
Por increíble que parezca, Trump, criminal convicto, acosador sexual, defraudador, falso magnate exitoso, y actor de televisión, tiene cautivado al 50% del electorado norteamericano que, como el mismo ha fanfarroneado, le pasan por alto cualquier conducta por mas delictiva, racista y/o misógina que este pudiera ser, y, con la fe patológica típica de un culto, le adoran como un ser infalible y cuasi divino.
El señor Trump ha logrado este absurdo y vergonzoso liderazgo siguiendo la vieja y comprobada formula de apelar a los mas bajos sentimientos de la sociedad norteamericana que son, entre otras cosas, la reafirmación de la supremacía de la raza blanca, y la denuncia de un supuesto ataque a las libertades y valores del “American Way of Life”, por parte de “los otros”, en este caso, los otros son los migrantes.
Técnica similar a la que aplicó, a mediados del siglo pasado, otro siniestro personaje de triste memoria para el pueblo norteamericano y el mundo, el senador Joseph McCarty.
Al termino de la segunda guerra mundial, ocurrieron un par de situaciones que contribuyeron a desarrollar el miedo entre los norteamericanos. Por una parte, la Unión Soviética desarrolló su propia bomba atómica, y por otra, los comunistas chinos de Mao Zedong llegaron al poder.
Eso fue la excusa para que el mencionado senador McCarthy iniciara su famosa cacería de brujas en contra de presuntos comunistas infiltrados en el gobierno, y prácticamente en cualquier ámbito de a sociedad norteamericana.
De 1950, a 1956, la sociedad norteamericana vivió una psicosis persecutoria en contra de cualquiera que cayera en la mira de McCarthy y de su asistente, el infame abogado, Roy Cohn. Durante esa etapa, estos dos personajes se volvieron sumamente poderosos, y parecía que su poder no acabaría.
A base de calumnias, medias verdades o simplemente porque así lo decidían ellos, cualquier ciudadan@ norteamerican@, ya fuera común o famoso, podía caer en desgracia porque este nefasto par, en su mente retorcida, habían decidió declararlos comunistas y por ende, traidores a la patria.
Famosos fueron los casos de Robert Oppenheimer, el llamado padre de la bomba atómica; o de Charles Chaplin, quien fue acusado de comunista por el Comité de Actividades Antiamericanas, debido a las posturas progresistas y la crítica al capitalismo que planteo en algunas de sus películas. Chaplin hubo de exiliarse en Suiza, y no regresó a los Estados Unidos, sino hasta 1972, solo para recibir un premio.
El punto de inflexión del Macartismo ocurrió en 1956, cuando McCarthy puso al mismísimo ejército de los Estados Unidos en el banquillo de los acusados, por supuestas y muy discutibles infiltraciones de comunistas en las altas esferas de la cadena de mando.
Ante lo evidentemente falso y absurdo de la acusación, y frente a cientos de miles de espectadores que seguían el juicio en vivo por la televisión, el abogado del ejército, J.N Welch le dirigió al senador sus históricas y lapidarias palabras: ¿No le queda a usted algo de decencia?”.
Ese fue el punto de inflexión. A partir de ese momento, tanto el senador McCarthy, como su asistente Roy Cohn, perdieron toda credibilidad. El temor al comunismo persistió y persiste hasta nuestros días, sobre todo entre la derecha u ultra derecha, pero la cacería de brujas como tal, se acabó.
El senador McCarthy falleció poco tiempo después repudiado por su sociedad, y Roy Cohn, eventualmente pasaría a enseñarle sus triquiñuelas y jugadas sucias, a un acaudalado y caprichoso joven de Nueva York de nombre Donald Trump.
Hoy en día, dentro del partido Republicano, prácticamente no hay nadie que enfrente a su candidato Donal Trump, y que en sentido de la decencia y el decoro le diga, “¡Usted miente!”. Nadie.
Cuando inició la carrera a la presidencia de su país, uno de sus principales ejes de campaña fue, precisamente, el de la migración. En aquel tiempo declaró que los migrantes centro y sudamericanos, mexicanos incluidos, eran en su mayoría, delincuentes. A decir de Trump, la migración está compuesta por violadores, rateros, asesinos, etc. Sabemos perfectamente que eso es una mentira, pero a el – y a sus acólitos- la verdad les es irrelevante.
Ahora, en la actual campaña, vuelve a utilizar el espectro de la migración -legal e ilegal- para atizar los temores y los odios de la sociedad norteamericana. En sus mítines y en toda oportunidad dice que todos vienen de alguna cárcel o que son salidos de instituciones mentales, o que, continuando con su vieja línea, todos son asesinos.
En el pasado debate, refiriéndose al grupo migrante que se encuentra en Springfield, Ohio, y que entro legalmente al país, es decir no son indocumentados, dijo que se comen a los perros y a los gatos de esa ciudad. Mentira vil.
Y en una de sus últimas presentaciones, habiendo eco y alusión a la desprestigiada eugenesia que tanto le gustaba a la vieja ultraderecha fascista, dijo que los migrantes, son homicidas por traer en su ADN ese gen. Me pregunto yo, ¿hasta cuando va a aparecer el punto de inflexión para el líder del culto Trump? Dónde esta el liderazgo republicano que le diga, señor Trump, ¿no le queda a usted algo de decencia?
Es cuánto.
José Antonio Blanco
Ingeniero Electromecánico. Juarense egresado del ITCJ con estudios de maestría en Ingeniería Administrativa por la misma institución y diplomado en Desarrollo Organizacional por el ITESM. Labora desde 1988 en la industria maquiladora. Militó en el PRD de 1989 al 2001.
En la actualidad, un ciudadano comprometido con las causas progresistas de nuestro tiempo, sin militancia activa.
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