El futbol es adictivo y distrae de asuntos importantes. También es cierto que nuestras izquierdas han sido incapaces de movilizar a la ciudadanía contra una reforma energética vista con desconfianza por las mayorías.
El senador perredista Zoé Robledo desencadenó un zafarrancho retórico al asegurar que “ellos quieren aprovechar el evento del Mundial para mantener [al] pueblo distraído” y poder aprobar sin resistencias las leyes reglamentarias de la reforma energética. Suena plausible la tesis de que “ellos” (Peña Nieto, PRI, PAN, etcétera) se aprovecharán del fervor por el tricolor y el gol para aprobar leyes polémicas. Como es altamente posible que lo logren desplazo el análisis a otras dimensiones.
La primera -y bastante evidente- es que hasta ahora ha sido magra la oposición social organizada a la privatización del petróleo. Por ningún lado se ha visto esa indignación que tiene meses expresándose en el también fanáticamente futbolero Brasil. Según las encuestas de opinión tras la pasividad mexicana hierve un malestar profundo hacia todos los partidos. En lo que resta de este texto discuto a la izquierda.
Como votante histórico de partidos de ese signo, carezco de adjetivos adecuados para transmitir la profundidad de mi desencanto ante su corrupción y ante su incapacidad para hacer a un lado sus diferencias para unirse en torno a la exigencia de una consulta sobre la privatización del petróleo. Salvo algunas excepciones, también ha sido notable la pobreza del conocimiento técnico mostrado por los representantes de la izquierda en el Congreso (tengo, aclaro, evidencia de lo que estoy diciendo).
Las insuficiencias se entienden al revisarse el perfil de los 135 diputados y 28 senadores que integran las bancadas del Partido de la Revolución Democrática, el Movimiento Ciudadano y el Partido del Trabajo. Sólo dos de ellos tienen experiencia previa en materia de energía y petróleo. Cuando hablo de experiencia me refiero a que cumplen con uno de tres criterios: tener un grado sobre el tema, haber ocupado cargos relacionados o haber participado en la Comisión de Energía de alguna legislatura previa. Ellos se justifican recordando que para eso están sus asesores; la excusa se desmorona cuando se revisan las versiones estenográficas de sus participaciones.
En los perfiles está la razón de su mediocridad: 76%, es decir, 103 diputados, han sido dirigentes o funcionarios de sus respectivos partidos. Militar en un partido mexicano no es el mejor método para cultivar el intelecto y el conocimiento. La cifra tan alta confirma el anquilosamiento de burocracias políticas que, para defender sus privilegios, hacen lo posible por bloquear el acceso al servicio público a especialistas en las diferentes materias. Una consecuencia es la crisis de representatividad frente a sus votantes.
El hecho es tan obvio que el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) ya anunció que la mitad de sus candidatos vendrán de las filas de la sociedad. ¿Seguirán ese camino los otros partidos de izquierda o insistirán en entregar las nominaciones a las tribus sin preocuparse quién llega? Si todos ellos seleccionan a expertos, la batalla por la consulta sobre una reforma energética en la jornada electoral de 2015 se enriquecerá con opiniones calificadas.
Vistas así las cosas, la polémica sobre el Mundial que inicia esta semana tiene dos dimensiones. Indudable que está siendo utilizado por unos para aprobar la reforma energética; también es cierto que la izquierda usa al futbol para disimular sus divisiones y debilidades y su distancia de una sociedad que, harta de sus políticos, se refugia en la pantalla. El Mundial termina siendo una grata fuga temporal ante una realidad harto desagradable porque incluye a quienes alguna vez fueron la esperanza.
LA MISCELÁNEA
Tres preguntas para la senadora panista Mariana Gómez del Campo: ¿es verdad que en abril de 2011 fue usted la madrina de 15 años de la hija del presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, Raúl Plascencia, en una misa efectuada en la iglesia La Esperanza de María en la Resurrección del Señor, en el Pedregal? De ser cierto, ¿no consideraría que cuando defiende como senadora al doctor Plascencia está incurriendo en un conflicto de intereses? Finalmente, ¿se excusará de participar en la discusión en el Senado de la posible -y poco deseable- reelección del doctor Plascencia como presidente de la CNDH?
Colaboraron Maura Roldán Álvarez y Marcela Valdivia Correa.
Sergio Aguayo Q
Académico, escritor, columnista, politólogo y promotor de los derechos humanos y la democracia.
Profesor investigador del Centro de Estudios Internacionales de El Colegio de México. Escritor de docenas de libros y artículos académicos. Reconocido columnista publicando su trabajo semanal en Reforma y 13 periódicos del país entre ellos Juárez a Diario. Politólogo y promotor de los derechos humanos y la democracia. Ha sido, presidente del Consejo Directivo de Fundar, presidente de la Academia Mexicana de Derechos Humanos e integrante de la Coordinación Nacional de Alianza Cívica. Preside actualmente Propuesta Cívica. Por su trabajo ha recibido reconocimientos en México y el extranjero.
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