La semana pasada, fuimos testigos, de nueva cuenta, de un par de situaciones que han venido presentándose a lo largo del sexenio, y que retratan muy bien los dos extremos del espectro político actual; por un lado, la vacuidad de la oposición de y sus voceros, y por el otro la genialidad del presidente, que sigue marcando el son la cual han de bailar sus malquerientes.
Me explico.
El Domingo 23 de abril, el Presidente de la República se encontraba por Yucatán, tras larga e intensa gira de fin de semana como las que acostumbra, cuando sufrió, ahora lo sabemos, un breve desmayo. Tras ser atendido ahí mismo donde se encontraba, se determinó que la causa de esa descompensación era un tercer contagio de covid, por lo que era necesario aislarle.
Tras declarar suspendida la gira, se le trasladó a la Ciudad de Mexico -el Presidente con plena conciencia- para que iniciara su reposo y aislamiento. Ese mismo día, a media tarde, el propio Presidente utilizó su cuenta de Twitter para hacer pública su condición de salud, indicando que, como lo establece el protocolo, habría de aislarse los próximos días pero que su estado general era estable. Hasta ahí el incidente, que por tratarse del Presidente de la República, no se puede considerar menor.
Sin embargo, el Diario de Yucatán, a pesar de carecer de fuentes confirmadas, y en franco y descarado amarillismo no tuvo recato en publicar que Lopez Obrador “habría sufrido un infarto” durante su participación en un evento durante su estadía en la ciudad de Mérida. De inmediato la noticia se esparció por el país como reguero de pólvora.
Si bien, es cierto que tanto el vocero del Presidente, Jesus Ramirez Cuevas, como el Secretario de Gobernación negaron en un primer momento que el presidente hubiera sufrido algún percance que afectara su salud, añadiendo mas ruido al suceso, la verdad es que la publicación de El Diario de Yucatán en ningún momento tuvo verdadero sustento, y más que información, quedó en evidencia que lo expresado era más bien un deseo.
Al día siguiente, el lunes 24, siguieron en la misma tónica, para deleite de los muy cristianos y píos seguidores del prianismo, quienes se dieron vuelo haciendo circular de manera profusa sus íntimos deseos de que la salud de López Obrador fuera mala, o de plano, deseando su muerte inmediata. Dentro de su lógica, la muerte de López Obrador significa, no otra cosa que el fin de las transformaciones sociales que su movimiento está instituyendo. Diría el comentarista Mario di Constanzo, su rubor alguno, “muerto el perro, se acabó la rabia”.
Finalmente, ante la insistencia y mala leche de los comentaristas y politólogos de la oposición que seguían todavía el martes 25 fabricando las más descabelladas teorías sobre el estado de salud del Presidente, fue el propio Lopez Obrador quien, en un extenso video de 18 minutos, relató, de muy buen humor, lo que había sucedido terminando de golpe con toda la palabrería y banalidad de los pseudo periodistas que se oponen al Presidente.
Algunos de estos politólogos y periodistas pasarían los siguientes días tratando de justificar la falta de rigor periodístico, tanto de El Diario de Yucatán, como de todos los que estuvieron replicando y difundiendo noticias sin sustento. El columnista Sergio Sarmiento, haciendo gala y presunción de su alto nivel especulativo (especulero, dirían algunos), manifestó que los medios, “ante la falta de información oficial, tienen derecho a especular”. De ese tamaño.
El detalle, y aquí es donde viene el segundo aspecto característico de este sexenio, es que mientras estos presuntos politólogos hacían todo tipo de malabares para justificar su actuar, el presidente preparaba todo un paquete de reformas a diversas leyes que serian aprobadas antes de que concluyera el periodo ordinario de sesiones del Congreso.
20 leyes fueron aprobadas de manera fast track que abarcaron desde la desaparición y remplazo del CoNaCyT, la desaparición de Financiera Rural, la modificación a la ley Minera, y la desaparición del malogrado Insabi, la disminución de la edad legal para para poder ser diputado o secretario de Estado, entre otras más.
En términos beisboleros se puede decir que el presidente se robó la base.
Una vez más, quedo demostrado que, ante la falta de una agenda política propia, la oposición al lopezobradorismo está a merced de lo que diga, hago o le suceda al presidente. Están en modo reactivo, sin base una ideológica, y en un franco distanciamiento con una base electoral mayoritaria, que en un momento dado, les puede devolver el poder. Mientras no trabajen en esos aspectos. La genialidad de Lopez Obrador (estemos de acuerdo con el o no) les va a seguir robando las bases.
Es cuánto.
José Antonio Blanco
Ingeniero Electromecánico. Juarense egresado del ITCJ con estudios de maestría en Ingeniería Administrativa por la misma institución y diplomado en Desarrollo Organizacional por el ITESM. Labora desde 1988 en la industria maquiladora. Militó en el PRD de 1989 al 2001.
En la actualidad, un ciudadano comprometido con las causas progresistas de nuestro tiempo, sin militancia activa.
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