Ven Jesús de Nazaret, haz que te encontremos, enciende el deber de buscarte, con todo lo que significas; muchos no te conocen, otros te rechazan y muchos más dicen seguirte.
Aunque quienes dicen seguirte a veces solo te honran con sus labios, muy pocos se atreven a dejarlo todo y a cargar su Cruz, más toman parte de tus enseñanzas según convenga.
Aun así, comprendes la debilidad del género humano porque viviste entre nosotros, porque siendo Rey naciste en un pesebre cuando tu familia se encontraba errante, fuiste perseguido y te llevaron a otras tierras ante la furia de quien entonces gobernaba tu nación.
Conoces las dificultades de los más humildes, quienes fueron los primeros en encontrarte y adorarte; pues tu Padre derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes, a los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada (Lucas 1:52-53).
La revelación de tu vida impactó tanto al mundo que la Historia humana ha llegado a dividirse antes y después del tiempo en que naciste.
Naciones y pueblos poderosos se han impuesto en tu nombre y han dominado vastas tierras, la civilización cristiana con sus debilidades y errores hizo que muchos te conocieran, más su amor por ti se ha enfriado y hasta reniegan hoy de tus preceptos.
Tu barca muchas veces heroica, intrépida e inamovible; a veces pareciera zarandearse, sus tripulantes divididos y confundidos, por momentos olvidan su misión y las olas del mundo tratan de envolverla.
Más tú has vencido al mundo y tu palabra se cumple siempre, tu Reino no es de este mundo, pero deshaces aquí las obras del mal, pues has dicho: …y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella (Mateo 16:18).
¿Cuánto silencio más guardaremos ante el sufrimiento actual de los más pequeños, así como ante el descarte de los no nacidos que nos hace cómplices de Herodes?
¿Cuántas veces al ignorar al hambriento, al sediento y al forastero, te ignorábamos a ti?
¿Cuántas veces, cuando no cubrimos al desnudo, ni visitamos al enfermo ni al preso; a ti te estábamos abandonando?
¿Cuántas veces, jurándote fidelidad, luego te negamos por miedo al mundo?
¿Cuántas veces preferimos a Barrabás cuando damos la espalda a la Justicia?
¿Cuántas veces más te seguiremos vendiendo y entregando por monedas de plata tal como lo hacemos con el semejante?
¿Cuántas veces te seguiremos injuriando y poniendo trampas cuando lo mismo hacemos entre nosotros por poder y dinero?
¿Cuántas veces caímos seducidos por la pompa del mundo y sus falsas seguridades, renunciando a ti?
¿Cuántas veces al creernos superiores y autosuficientes volvemos a pedir tu crucifixión?
Hoy que muchos conmemoran tu nacimiento, ven a nosotros Jesús de Nazaret, a todas las familias y a todos los que necesitan de tu mensaje, porque tu disipas las tinieblas, así como eres y obsequias la luz de la vida.
No todo el que me diga: “Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial.
Muchos me dirán aquel Día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?”
Y entonces les declararé: “¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!”
(Mateo 7:21-23)
Moisés Hernández Félix
Lic. en Administración Pública y Ciencia Política, candidato a Maestro en Administración en curso. Ha sido funcionario público federal y docente en nivel media básica y medio superior. Se especializa en gobernanza educativa y políticas públicas.
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