Crónicas del Poder
“…México es una nación incumplida…”
En palabras de Roger Bartra, la última novedad literaria publicada por Jesús Silva Herzog Márquez, titulada justamente como “La casa de la contradicción”, está redactada como la “mejor prosa, limpia, fresca y precisa, y que nos sumerge en las paradojas de la democracia mexicana, que tanto tardó en llegar y que no se ha celebrado como merece, libro lleno de matices sugerentes, la mejor exploración que se ha hecho sobre la condición que vive la democracia mexicana hoy. Convertir la reflexión política en poesía es una hazaña lograda con maestría en este ensayo”.
Voces Libres se permite traer algunos de los luminosos párrafos del epílogo de esta obra muy recientemente publicada, pensando en divulgar un pensamiento político que sin duda alguna, resulta de urgente apropiación para este polarizado y conflictivo México actual.
LA CONTRADICCIÓN NEGADA
“ En uno de sus ensayos polémicos, Norberto Bobbio describía a la democracia como el ideal político más radical. A mediados de los años setenta, discutía con sus compañeros de la izquierda italiana que la veían como deserción frente al luminoso faro del socialismo. Para el filósofo de Turín, la apuesta por la democracia no era resignación, era la meta más alta. La democracia es subversiva, decía entonces. Un ideal más subversivo que el socialismo. La democracia es radicalmente subversiva porque todo lo somete a cuestionamiento, porque instaura la más profunda indeterminación, porque exige voluntad de verdad y sospecha permanentes. El régimen de la contradicción no ofrece el paraíso, sino la confrontación con nuestros enredos más profundos. No pretende deshacerlos, nos exige confrontarlos…”
“…Montaigne, el sabio de la duda, se dejó picotear por el enjambre de sus contradicciones. Sabía que cada impulso que sentía recibía de inmediato el chicote de un reflejo en sentido contrario. Su enseñanza más profunda habrá sido, tal vez, esa: que dejarse llevar por un solo impulso, una idea, una convicción es mutilarse. He querido argumentar en este libro que la democracia es la residencia política de ese temperamento: la casa que aviene lo inconciliable. Una habitación a la medida de nuestras incompatibilidades…”
“…Digo casa porque, antes que cualquier otra cosa, eso es: residencia. No es sólo gobierno: es convivencia, una forma de vivir juntos. Nuestros intentos por levantar el edificio han despreciado, por doble vía, la ingeniería de sus tensiones. El primero, comprimiéndolo en procedimiento, produjo la circulación de élites miméticas. Logró éxitos importantes: vivificó el pluralismo, expandió la crítica, dispersó el poder. Pero sin ley y sin Estado, se dejó carcomer por sus peores maldiciones: la corrupción y la bárbara violencia. El segundo intento, lejos de esforzarse en la reparación, emprende la demolición de los puntales. Mientras presume que implanta en jornadas gloriosas la democracia auténtica, declara que la mitad del pueblo no lo es cabalmente…”
“…Al hablar de la frustración democrática, del desprecio de su arquitectura de contraposiciones, hablamos, quizá, de una falla más profunda y más dolorosa. Hablo, al cumplirse doscientos años de la fundación del país, de una nación incumplida. Incumplida no porque no haya cultivado un rico acervo de memorias comunes, de imágenes, sonidos y sabores. No porque carezca de perfil, de seña distinguible. Lo digo recordando aquello que dijo Mariano Otero, en nuestra peor hora, con desoladora lucidez. “México, decía aquel hombre contemplando la derrota, no es una nación”. Para ello haría falta una familia de cariños e intereses. Experiencias comunes, protección, ley, confianza. No los veía por ningún lado en ese país roto y enfrentado que a mediados del siglo XIX perdía la mitad de su territorio. Los rencores y los engreimientos de la desigualdad hacían imposible la experiencia primordial de lo común. La promesa democrática toca la misma fibra porque apunta al mismo ideal: dar forma a una sociedad de semejantes. Lograr que seamos, por primera vez en nuestra historia, contemporáneos de nosotros mismos…”
Para Silva Hérzog Márquez, “…La democracia es el estanque donde desembocan todos los ideales políticos de la modernidad. Ahí se vierten las aspiraciones de libertad y de igualdad, de soberanía y de tolerancia, de participación y de prudencia. Confluyen ahí la esperanza de liderazgos atentos y de barreras eficaces al despotismo. El deseo de encontrarnos en un espejo y la prevención de multiplicar separaciones. Un régimen que se oxigena en su crítica. Por eso es una contradicción irresoluble. El camino mexicano hacia la democracia y los dos intentos de hacerla realidad han negado por vías opuestas, esa contradicción. Nuestra frustración proviene de dos atentados de la simplificación. El primero viene de la ceguera técnica, el segundo proviene de una intoxicación romántica…”
“…No entenderemos el éxito de la convocatoria populista si no hacemos un balance severo y equilibrado del régimen de la transición que terminó siendo, en buena medida, pluralismo oligárquico, corrupción descentralizada y barbarie. No tengo la menor duda de que estamos ante el peligro de una terrible regresión autoritaria basada en la soberbia de quien se imagina como una estatua por encima de la Constitución, libre de las restricciones de la aritmética y ajeno a los fastidios de la realidad, pero la crítica al agresivo proyecto autocrático no puede fundarse en la nostalgia de lo inmediato, en la idealización de un pasado que no nos dio ley, ni prosperidad ni cohesión…”
Insisto, hoy la luminosidad intelectual de personajes como Jesús Silva Herzog Márquez, se revelan como urgentes referentes de inteligencia e integridad política. No aprender a habitar en la residencia de las contradicciones, implica de principio no aceptar las características definitorias de la condición humana. Por el contrario, seguir dinamitando la posibilidad de unir y reconciliar a un país con tantos pendientes de nación incumplida, es un verdadero crimen histórico, aun a sus expensas y además con rentabilidad electoral para un populismo miserable que lucra con efectividad con los infames resentimientos, desigualdades y pobreza.
Hoy esa Casa se encuentra especialmente amenazada por la demolición ejecutada por el populismo oportunista, sin dejar de reconocer su sentido histórico de repudio a un tipo de gobiernos que anclaron en la corrupción y que es como tal lo expresa Silva Herzog un síndrome de una democracia incompetente, “…No parece ser una vía para remediar sus problemas, celebra como inclusión el clientelismo, la destrucción de los árbitros y los contrapoderes a nombre de la voluntad incuestionable. La democracia de plazas llenas, puños duros y caudillos efusivos, es sencillamente, una democracia sin ciudadanos, sin diversidad pluralista, sin resguardos frente a la arbitrariedad. Si una noción está ausente en esta disquisición sobre las identidades en pugna es precisamente una idea antipáticamente republicana y liberal: ciudadanía…”
Casa dividida y sin reconciliación a la vista.

Sergio Armendáriz
Comunicador en Radio, TV, Prensa Escrita y Portales Electrónicos. Académico Universitario. Funcionario Educativo. Miembro Consultivo en OSC.
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