Crónicas del Poder
“…Naufragio del optimismo, gloria del populismo…”
Hoy Voces Libres convoca a la conversación a un intelectual experto en psiquiatría y en psicología evolucionista, que provocativamente defiende que la moral es una emoción enemiga de la razón. En un contexto en el cual los fanatismos, la moralización populista en
México y en el mundo, así como la polarización consecuente dañan las posibilidades de convivencia mismas, una explicación o incluso comprensión del fenómeno, nos permite en forma básica posicionarnos e incluso defendernos socialmente al respecto. El tribalismo moral para nuestro conversador es un hecho emocional profundo y en esa misma proporción peligroso para la indispensable socialización. Van algunas de sus principales ideas.
“…Casi podríamos decir que la moralidad es una emoción.Sabemos que la moral tiene un alto componente emocional, es famosa su relación con el asco, pero es que tiene un
componente motivacional como el de las emociones. No es que hagamos un razonamiento moral y un juicio frío y calculador ante una situación, sino que se nos remueven las tripas y nos sentimos movidos a actuar. Estaría más cerca de la sexualidad, el miedo o el hambre…”
“…La moralidad es así, no llegas a un juicio frío y calculado y en base a eso te dices que vas a tomar un curso de acción u otro, sino que te hierve la sangre, sientes esa emoción de la indignación moral y tienes que actuar. Y la razón iría por detrás justificando esas decisiones de base principalmente emocional. Si hubiéramos sido más racionales y menos morales intuitivamente probablemente nos habríamos extinguido…”
“…Son muy pocas personas las que piensan o pensamos que no existe el libre albedrío. Básicamente porque no elegimos las condiciones de partida. Yo no elijo mi inteligencia, mi orientación sexual, ni todas esas cualidades y capacidades con las que posteriormente actuaré en el mundo, actuamos según lo que somos y no elegimos lo que somos…”
“…No era Dios el problema sino nuestra mente moral y tenemos que ver cómo la controlamos para que podamos convivir, y una de las primeras acciones es intentar disminuir el lenguaje moral y la formulación moral de los conflictos. Buscar una manera alternativa de plantear los conflictos que tengamos y los problemas de cooperación que no implique el código bueno/malo, sino que vaya al fondo de los intereses que entran en conflicto y cómo buscar formas de conciliarlos. Si metemos la moralidad por medio, la posibilidad de llegar a compromisos y acuerdos se complica…”
“…No veo otras herramientas para frenar a la moralidad que usar nuestra razón. En la imagen del elefante y del jinete/conductor el poder lo tiene el elefante y es tal vez muy poco el margen de acción que tiene el conductor, como el elefante quiera tirar por cierto camino no hay mucho que hacer, su fuerza es muy poderosa, pero no creo que podamos actuar directamente sobre el componente emocional e instintivo…”
“…Hoy se miente más, sin duda, sobre todo en la política, pero no estoy muy seguro de que la hayamos “des-moralizado”, en el sentido de quitarle el contenido de prejuicio emocional en un contexto universal. Tal vez hemos “des-moralizado” las mentiras de los miembros de nuestro grupo y no le damos importancia a estas, pero creo que nos siguen
pareciendo mal las mentiras de nuestros adversarios, y mucho más graves…”
“…El proceso de la moralización/desmoralización creo que es un terreno que requiere una investigación muy a fondo porque es algo que no se comprende bien, o yo por lo menos no lo comprendo. No está claro por qué podemos desmoralizar unos temas y no otros. Si supiéramos cómo funciona, sería un arma de gran utilidad para disminuir los peligros de la moralidad. Si encontráramos mecanismos para desmoralizar las cuestiones que nos enfrentan, las probabilidades de mejorar la convivencia aumentarían en gran medida. Si hemos desmoralizado el tema de la homosexualidad, por ejemplo, podemos tal vez hacer lo mismo con otras cuestiones…”
“…Partiendo de la base de que la moralidad es una herramienta para la cooperación, está claro que tiene un lado luminoso, como ayudar a la familia, al grupo, ser justo en el reparto de recursos y no permitir la desigualdad o las injusticias, por ejemplo. Pero unida a esta parte positiva de forma inseparable y esto es lo trágico, está la parte oscura. Por ejemplo, en el caso que comentamos de la obediencia a la autoridad, cuando un grupo tiene que actuar tiene que hacerlo de forma conjunta y eficaz y normalmente se necesita la dirección de algún tipo de líder o jefe. Los grupos que fueron eficaces cooperando bien y siguiendo las instrucciones de sus líderes de forma obediente y coordinada vencieron y desplazaron a los que no eran obedientes. El lado negativo es que, si Hitler dice a sus funcionarios que hay que mandar trenes con judíos a los campos de concentración para su exterminio, los funcionarios van a obedecer…”
“…Las opiniones que se sostienen con una fe ciega, habría que añadir, el fanatismo. Las opiniones que se sostienen con escepticismo y con humildad y con la creencia de que podemos estar equivocados tendrían menos riesgo. Pero es que, a la vez, es muy difícil vivir nuestra vida sin fe en nuestras creencias políticas, científicas o las que sean. Si yo estoy convencido de que la teoría de la evolución tiene pruebas científicas sólidas que la apoyan es muy difícil que en la discusión con alguien que no sea de esa opinión yo vaya a aceptar su opinión al mismo nivel que la mía. Es muy difícil tomarnos a nosotros mismos con escepticismo y humildad porque sería muy difícil actuar en el mundo; pero si nos lo tomamos con demasiada fe y confianza nos podemos pasar. Con la moralidad estamos siempre en el filo de la navaja, en la cuerda floja…”
“…Creo que sí hay ideologías que nos predisponen a la violencia y serían aquellas que nos dividen en Ellos y Nosotros. Estas ideologías incluyen el germen para el enfrentamiento y la violencia. Pero también creo que es verdad que las personas con mayor predisposición a la violencia van a sentirse más atraídas por ellas y las personas menos propensas van a mantenerse probablemente más al margen. Hay personas que no son ni del equipo de fútbol de su ciudad y hay otras para las que ser del equipo de fútbol de su ciudad es lo más importante de su vida. Pero dividir a la gente en equipos favorece el enfrentamiento…”
“…Aquí volvemos al problema ya mencionado antes de hasta qué punto la racionalidad puede moldear o domesticar fuerzas que son más instintivas y la respuesta vuelve a ser que la racionalidad se nos queda corta. Pero tenemos que usarla. Tenemos que defender la libertad de expresión y tenemos que defenderla con razones, porque nos jugamos mucho. Personalmente considero que la libertad de expresión es como suele decirse en lenguaje militar una colina en la que uno debe estar dispuesto a morir, una colina que no podemos
entregar al enemigo. Quiero decir con esto que es la piedra angular de las sociedades libres. Avances tan importantes como los derechos de la mujer o los derechos de los homosexuales se han conseguido porque había libertad de expresión y no habría sido posibles sin ella…”
“…Tampoco se deben crear coaliciones alrededor de la ciencia como hemos hecho con la pandemia, por ejemplo. Cuando mezclamos moral y ciencia caemos en la llamada falacia moralista que consiste en considerar que si algo es bueno moralmente es verdadero también. Por ejemplo: como defendemos la igualdad entre hombres y mujeres, pues entonces no pueden aparecer estudios que encuentren que la fuerza física, o la sexualidad, o las estructuras cerebrales, son diferentes en hombres y mujeres. Pero la ciencia trabaja con el código verdadero/falso y no con el malo/bueno. La ciencia debe buscar la verdad, la realidad del mundo. Si ponemos la moral por encima de la verdad, claro que vamos a eliminar líneas de investigación que nos pueden llevar a conocimientos que mejoren la vida de todos los humanos…”
“…Bien, ahora sabemos que esto no es suficiente, tenemos que hacer en esencia lo mismo con la moral que lo que se hizo con la religión. Evidentemente no es nada fácil y el proceso sería el de un abolicionismo de la moral. Pero es un proceso en el que primero tenemos que ir pensando y progresivamente ir llevando a la práctica poco a poco…”
“…Hay un riesgo siempre que combatimos el fanatismo de caer en el fanatismo nosotros mismos. La apuesta que hace el fanatismo es tan fuerte que para ir contra él hay que hacer una apuesta igual o mayor. Es muy difícil combatir el fanatismo con escepticismo y con humildad epistémica pero no queda otra: todos podemos estar equivocados. Creer que tenemos la verdad es religión…”
Sin duda, vivimos hoy el grave peligro de la falaz idiotización de la
moralidad redentora.
Sergio Armendáriz
Comunicador en Radio, TV, Prensa Escrita y Portales Electrónicos. Académico Universitario. Funcionario Educativo. Miembro Consultivo en OSC.
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