El escenario no era precisamente el más halagador, la falta de verdaderos liderazgos, mandatarios fuertes, las oleadas migrantes y la polarización ideológica que prima en todo el continente ya hacía suponer que no sería un encuentro exitoso ni de grandes acuerdos. Luego vinieron los dimes y diretes del más bajo nivel.
Que sí voy, que no voy, que se quedan fuera los países con presidentes rabiosamente opositores al mundo libre, que si no van ellos yo no voy, que todavía hay tiempo para confirmar, y la sorpresiva invitación días previos de un presidente que no ejerce como tal, parcialmente reconocido, opositor y preso político.
Como no hay día que no se llegue, ni fecha que no se cumpla, el día de mañana dará inicio la novena Cumbre de las Américas 2022 en la ciudad de Los Ángeles, en Estados Unidos, bajo el lema de: Construyendo un futuro sostenible, resiliente y equitativo”. Esta será la segunda vez que Estados Unidos será el anfitrión, desde que se creará en la ciudad de Miami en 1994, por George Bush Sr.
Una cumbre que llega sin grandes expectativas. El reto es para el presidente Biden, quien deberá demostrar su capacidad para asegurar compromisos y acciones concretas que aborden las causas fundamentales de la migración irregular y la construcción en el hemisferio de democracias fuertes. Pero, sobre todo, que deberá de asirse con todas sus fuerzas a la creencia de seguir ejerciendo como poder hegemónico en un continente que se le escurre como arena entre las manos.
Más allá de los países que asistan o no, o de la aceptación de que los migrantes llegaron para quedarse y la casi nula capacidad de los Estados para detenerlos, que será lo que refleje la declaración conjunta en la que todavía se está trabajando y que es básicamente una serie de medidas para proteger a los migrantes y sus comunidades en los países receptores de manera especial a haitianos y centro americanos.
Una declaración llena de buenas intenciones dentro del marco de lo políticamente correcto, una bocanada de oxígeno para Biden que día con día ve crecer el número de solicitantes de asilo llegando por la frontera sur, y quien concederá un buen número de acogida de inmigrantes, aunque seguramente muy por debajo de todos los que esperan ser aceptados por el vecino país.
Más allá de la migración, lo que la Cumbre de las Américas vendrá a comprobar es la pérdida de vigencia de este modelo de trabajo o cooperación. Un modelo que se ha quedado anquilosado para las diversas realidades que se viven en América. Nuestro continente no es el mismo de aquel de los años 90, en el que la cumbre fue creada como un espacio de poder e injerencia de Estados Unidos.
Pero lo que la aleja más de ser un verdadero espacio regional de encuentro es el documento que Joe Biden presentó al Congreso en el cual enumera cinco proyectos para esta cumbre; fortalecimiento de los sistemas de salud, el cambio climático, la transición a energía limpia, un programa regional para la transformación digital y reforzar la gobernanza democrática. El problema con esta hoja de ruta que pretende llevar a la Cumbre de las Américas es que esta es parte del programa Demócrata, es decir, es una agenda completamente sesgada que ni siquiera ha logrado imponer en el propio Estados Unidos y que difícilmente logrará colar al resto de los países.
El presidente Biden quiere llevar a la Cumbre un proyecto partidista, segmentario, pasando por alto cuánto ha cambiado América, la polarización, el populismo, el sentimiento anti yanqui que priva en buena parte de los países del hemisferio, quienes ya miran en otra dirección. Un programa que puede ajustarse a sus sueños en materia de política doméstica, pero que se quedan ahí.
Y aunque aún no arranca, casi podemos decir que esta Cumbre nació muerta, sí, habrá una gran ceremonia de apertura, grandes discursos, fotos y banquetes, pero lo que en ella se discuta o se decida no tendrá mayor impacto en ninguno de los países asistentes. El que estén o no estén todos los mandatarios es completamente irrelevante para la materialización de los acuerdos.
Es lógico y entendible que Venezuela, Cuba y Nicaragua no hayan sido invitados, simplemente no hay ningún punto de unión con el anfitrión, es ilógico hablar de democracia e inclusión ante gobernantes totalitarios, así que aquello de enojarse y hacer berrinche, no tiene razón de ser, en la política al igual que en la casa se ejerce el derecho de admisión.
Lo que sí va a pasar como un fracaso diplomático para la administración de Biden, será su incapacidad de establecer una agenda común, con lo que los problemas externos e internos a los que se enfrenta no hacen otra cosa más que aumentar.
Mal momento sin duda en el que ha caído la Cumbre de las Américas. Máxime cuando después de pensar que las grandes alianzas y los bloques geográficos estaban ya en desuso, vienen Rusia y la OTAN a desempolvarlos y darles nueva vida.
Quizá no sea la última Cumbre de las Américas, pero seguro pasará buen rato para que pueda volver a configurarse un bloque que represente los intereses de todo un continente, de momento lo que pase en ella, es igual a que no pase…. una cumbre desangelada que si no fuera por el protagonismo de los “no invitados” y sus amigos estaría pasando de noche.
Claudia Vázquez Fuentes
Analista Geopolítica.
Maestra en Estudios Internacionales por la Universidad Autónoma de Barcelona.
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