La alarma no tardó en llegar. El 2 de abril, la organización Access Now envió una carta al CEO de Spotify, el sueco Daniel Ek, pidiendo que la compañía “abandone inmediatamente esa tecnología de vigilancia”.
La empresa respondió el 15 de abril: “Spotify nunca implementó la tecnología descrita en la patente en ninguno de nuestros productos y no tenemos planes de hacerlo”. Según la firma, la patente es el resultado del desarrollo de investigaciones, que no siempre se traducen en nuevas funcionalidades.
La lista no incluye muchos músicos latinoamericanos —quizás lo más cercano es la banda punk Generación Suicida, asentada en Los Ángeles pero integrada por mexicanos, nicaragüenses y guatemaltecos— pero sí algunas organizaciones sociales dedicadas a los derechos digitales de América Latina como Fundación InternetBolivia.org, Venezuela Inteligente, Creative Commons Uruguay, la mexicana Red en Defensa de los Derechos Digitales o el Instituto Panameño de Derecho y Nuevas Tecnologías, entre otras.
La larga lista de indignados firmó una nueva carta, enviada el 4 de mayo, en la que, si bien los firmantes reconocen el compromiso de Spotify de no utilizar la tecnología, reclama que la empresa “se comprometa públicamente a no usar, licenciar, vender ni monetizar la tecnología de recomendación”.
“Incluso si Spotify no la usa, su empresa podría beneficiarse de la herramienta de vigilancia si otra entidad la implementa. Cualquier uso de esta tecnología es inaceptable”, remarca la misiva dirigida nuevamente a Daniel Ek.
La carta, no solo señala que la herramienta constituye una violación de la privacidad, sino que menciona algunos otros riesgos como la “manipulación de emociones” que puede significar para los usuarios. “Monitorear el estado emocional y hacer recomendaciones basadas en esto, pone a la entidad que implementa la tecnología en una peligrosa posición de poder en relación con la persona usuaria”, denuncia.
Por si fuera poco, también abre las puertas para la discriminación al querer determinar el género de una persona según su voz. Según los firmantes, “es imposible inferir género sin discriminar a personas trans, no binarias y otras que no encajan en estereotipos de género”.
Lo mismo sucede, señala la carta, con el acento, dado que “es imposible inferir el gusto musical de alguien basándose en el acento, sin asumir que existe una forma ‘normal’ de hablar o caer en estereotipos racistas”.