“Pintar para mí es alimentar el alma, una actividad que me fortalece espiritualmente, casi una necesidad biológica sin la cual no sabría cómo vivir”, nos dice Mario en la intimidad de su estudio mientras habla con vehemencia contagiando de esa pasión por la plástica que se denota en su voz y en sus ojos azules enmarcados por el ambiente bohemio de su caballete y sus pinceles coloridos, entre el tenue olor a pintura de aceite que emana de una mesita estilo mexicano. No cabe duda, Mario es un gran artista.
Mario Parra nació en marzo de 1952 en Creel, un pueblo en medio de la Sierra Tarahumara en el estado de Chihuahua. La cercanía con grandes pintores de Juárez, El Paso, Santa Fé y el entorno nacional mexicano han influido en el estilo de Mario, quein ha sido galardonado en diversas ocasiones a nivel internacional.
Mario Parra ha sido director del museo de Arqueología e Historia en El Chamizal en Ciudad Juárez, entre otros y catedrático de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, el Tecnológico de Monterrey, el Centro Municipal de las Artes, la Academia Municipal de las Artes y más.
“Mi obra es de búsqueda, sin duda así la definiría, de una búsqueda del ser, de la esencia del ser humano”, afirma el artista, para quien la principal fuente de inspiración es la mujer.
Y así, a más de 50 años de haber iniciado en el camino de la pintura, Mario Parra continúa en su trayecto de búsqueda interna, la cual traslada a los lienzos en diversos matices y formas para crear cuadros únicos y dejar huella en lo que él considera que es “su misión de vida”.
Un pintor idealista y soñador cuya obra va del realismo a lo abstracto con una gran profundidad en sus conceptos que delinean un camino a paso firme en la historia del arte de nuestra región, el cual lo identifica ya como uno de los grandes de nuestro tiempo, todo un orgullo mexicano.