Por Yanet Cuellar
“Mi obra refleja la unidad cósmica y las interconexiones entre diferentes planos de la realidad, la materia y el espíritu, el mundo animal, el mundo humano y vegetal.” – Remedios Varo.
Remedios Varo fue una mujer extraordinaria que adoptó a México como su país casi al final de su vida. Para comprender la obra de la artista es necesario tener un conocimiento previo de sus antecedentes. Al comprender cómo se fue dando la evolución de sus orígenes, podemos concebir su trascendencia más allá de la expresión artística. María de los Remedios Alicia Rodriga Varo y Uranga nació en Gerona, España en 1908, su padre, Rodrigo Varo, de profesión ingeniero hidráulico, su madre, Ignacia Uranga, ama de casa, y hermanos Luis y Rodrigo. Debido a las comisiones que le asignaban a su padre, la familia estuvo en constante movimiento en diferentes ciudades españolas y en Marruecos, sin tener un lugar específico para asentarse. En esta etapa temprana de su vida, su padre le enseña las matemáticas y el dibujo, le inculca el hábito de la lectura de ciencia y aventura, de filosofía y misticismo, así como la costumbre de visitar museos. En 1916 la familia se establece en Madrid, asiste a colegios de religiosas, sin embargo su padre le continua estimulando el pensamiento independiente y liberal. En 1924 ingresa a la Academia de San Fernando, donde habían estudiado Maruja Mallo y Salvador Dalí. Durante la Guerra Civil Española conoce al poeta francés Benjamín Péret (miembro fundador del grupo surrealista), huyen juntos a Paris (Francia) en donde se exilia. En la Segunda Guerra Mundial, huye nuevamente. Los desplazamientos físicos que experimentó en su vida, provocaron en ella su búsqueda constante por conseguir la armonía y equilibrio con su entorno. Llega a México en 1941, aquí se encuentra con artistas y exiliados quienes simpatizaban con el surrealismo, como Luis Buñuel, Gregorio Lizárraga, Esteban Francés, katie Horna, Octavio Paz, Leonora Carrington (de la que fue gran amiga), Diego Rivera, Frida Kahlo, entre otros. En México es donde Remedios Varo encuentra ese “algo” que le dará el punto de equilibrio a su vida. Tiene contacto por primera vez con los discípulos Gurdjieff. En 1946 se casa con el poeta Benjamín Péret en Cholula (Puebla) con la finalidad de obtener un pasaporte y poder viajar por Sudamérica. Remedios se da cuenta que no había amor en la relación, sino que estaba enamorada de un ideal. Péret regresa a Francia en 1947. En 1952 contrae nupcias con Walter Gruen (refugiado político austriaco) quien como su padre, al darse cuenta de su talento, la estimula y apoya para que se dedique exclusivamente a la pintura. Cabe mencionar que Remedios se ganaba la vida como diseñadora y decoradora. Walter Gruen, aporta en la vida de Remedios Varo tranquilidad espiritual y emocional hasta el final de su vida.
“Llegué a México buscando la paz que no había encontrado, ni en España –la de la revolución– ni en Europa –la de la terrible contienda–, para mí era imposible pintar entre tanta inquietud.” – Remedios Varo.
Remedios Varo fue una de las principales exponentes del movimiento surrealista en México. Su obra causó
gran impacto por crear mundos mágicos y emotivos, le gustaba utilizar símbolos y elementos ocultos, un universo donde las mujeres son magas, alquimistas y generadoras de vida. Su espíritu explota y se adentra en teorías que van desde la gravitación universal hasta la teoría de la relatividad. Su obra es una combinación de sueños, recuerdos de la infancia, horrores de la guerra, la búsqueda del conocimiento y la verdad a través del psicoanálisis, el budismo zen, el tantrismo, el misticismo, filosofía, religión y ciencia. Falleció en 1963 en México a causa de un paro respiratorio. Detrás de su obra se encuentran las vivencias de toda una vida, de una mujer que ha ido de un lugar a otro, experiencias que sin duda la marcaron.