Venecia debe su exótica fama a que se encuentra rodeada de canales de agua y para transportarse utilizan embarcaciones en vez de vehículos motorizados. A lo largo del gran canal están los vaporettos, que son unos barcos colectivos, los cuales van haciendo paradas a lo largo del trayecto.
Aunque la manera más dulce de conocer la ciudad es a bordo de las góndolas, esas pequeñas barcas alargadas de madera y latón reluciente que son conducidas por los gondoleros, quienes las impulsan desde el fondo de los canales con un palo de madera. Por las noches, el paseo en góndola se torna aún más romántico pues suelen realizarse viajes de embarcaciones en grupos bajo una tenue iluminación de fuego y un cantante que deleita con melodías en italiano acompañado de una guitarra que se mezcla con el sonido de los oleajes de los canales y el movimiento acompasado de la barca.
Pero para las parejas osadas, la manera más aventurera de conocer Venecia es perderse en el laberinto de pequeñas calles, plazas y puentes en donde las fachadas de los edificios nos muestran la grandeza de esta ciudad que fue uno de los más prósperos centros del comercio marítimo de su tiempo, de ahí la gran cantidad de palacios y mansiones con las que cuenta.
Otro de los sitios imperdibles de Venecia es la Plaza de San Marcos, con la basílica de San Marcos al fondo, remarcada por la torre del reloj que servía como faro a la ciudad, rodeada por los edificios de la Procuraduría vieja y nueva. Ahora esta interminable sucesión de arcos de las Procuradurías albergan cafés y restaurantes, donde se puede ver, en sus mesitas al aire libre, alzar el vuelo a los cientos de palomas que se congregan ahí diariamente. Un hermoso conjunto que le valió a esta plaza ser distinguida como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Y muy cerca de la Plaza de San Marcos se encuentra el “puente de los suspiros”, uno de los más icónicos del lugar, llamaod así porque conducía a la prisión de la Inquisición y se dice que los condenados que lo cruzaban suspiraban al saber que esa sería la última vez que verían el cielo y el mar.